En las calles, plazas, en locales nocturnos y hasta en las afueras de universidades, liceos y colegios, los microtraficantes aparentan ser simples transeúntes. Casi como camaleones, muchos de estos individuos que se dedican a la venta y distribución de pequeñas cantidades de drogas, poseen la habilidad de pasar desapercibido. Así que, en algunos casos, la labor policial para poder atraparlos en flagrancia se dificulta. Sin embargo, otros utilizan sus propios hogares como centro de operaciones para vender sus dosis.
Rafael Zambrano / panorama.com.ve
El microtráfico se caracteriza por la comercialización de minúsculas porciones de narcóticos. En este negocio, al margen de la ley, un proveedor o “jíbaro” suministra la mercancía a los consumidores.
“Durante décadas, en el Zulia, los grandes traficantes de estupefacientes y sustancias psicotrópicas han sostenido su negocio aprovechándose de adolescentes, jóvenes y mujeres que son utilizados para el microtráfico, aunque también hombres de edades avanzadas son empleados en este tipo de actividades”, explicó una fuente de la subdelegación marabina del Cicpc.
Además agregó que en sus labores contra el microtráfico se han desmantelado ocho bandas dedicadas a este delito, solo en mayo pasado.
El experto también explicó que “la mayoría de estas ‘mulas’ o ‘jíbaros’ son muchachos de los barrios, faltos de valores y, en muchos casos, personas que desde temprana edad no cuentan con la presencia ni el apoyo económico de sus padres. También existen aquéllos que se hacen traficantes por mero ejemplo de sus progenitores”.
La mayor parte de estos pequeños microtraficantes utilizan su propia barriada para ofrecer y vender las drogas. En su entorno vecinal levantan una especie de imperio que, por lo demás, cuidan con total recelo.
Ciertos delincuentes, comúnmente, usan como centro de operaciones sus propios hogares, y es allí a donde acuden muchos de los clientes para adquirir los diferentes alucinógenos. “Los que consumimos, sabemos quiénes son, dónde y cómo ubicarlos. Solo tenemos que llevar los ´cobres´ y listo, nos dan lo nuestro”, dijo “Cléver”, cuyo verdadero nombre protegemos. “Lleva un tiempo adaptarse al mecanismo de compra, pero después de cierto período todo se hace más natural, aunque siempre vivimos con el ´ojo pelao´ por si las moscas”, continuó.
Otros proveedores son más prácticos y cuadran los ‘transes’ en puntos estratégicos para poder comercializar la droga, evitando así ‘encochinar’ su hogar y no ser un blanco fijo para las autoridades. “Los que trabajan bajo este modo se manejan casi que con agenda propia. Se citan con sus clientes en lugares específicos y a una hora exacta, cuestión de llegar y proceder a intercambiar el paquete por el dinero sin mayor protocolo”, detalló una fuente policial.
Muchos de estos pequeños traficantes mueren en enfrentamientos con sus propios socios o con otras bandas por el control de la zona, de acuerdo con informes que manejan las autoridades.
Habitantes de algunos sectores y barriadas populares de la región zuliana, en donde es más recurrente este tipo de delito, dijeron que resulta cuesta arriba denunciar a estos criminales. Muchos aseguran que no se atreven a acusarlos por miedo a que tomen represalias contra sus familiares. “Calladito me veo más bonito”, expresó con ironía un vecino del sector Ziruma, quien por seguridad prefirió no dar su nombre.
“Aunque esos delincuentes se creen los dueños del barrio, terminan presos, pues generalmente tienen contados sus días”, señaló un funcionario policial.
Una de las situaciones que más preocupa a la ley es que el microtráfico se está acercando cada vez más a los colegios del Zulia. “Esa gente es mala. Sabe que es más fácil persuadir a un menor de edad. Tienen como ‘modus operandi’ ubicarse en los alrededores de los colegios, liceos y otros espacios educativos para cazar a sus presas”, alertó un efectivo al tanto de esta situación.
En la mayoría de las ocasiones, los microtraficantes adoptan la figura de vendedores ambulantes. Arman sus tarantines en las adyacencias de los colegios y hasta venden cualquier tipo de chucherías e implementos de papelería para simular o despistar, pero simplemente lo utilizan como fachada para poder operar.
Una de las tácticas más practicadas por estas redes es hacerse amigos de los estudiantes y de a poco los van abordando con temas sobre drogas. “Estos sujetos aprovechan las horas de entradas y salidas de las escuelas, ya que es el momento en donde los alumnos son más vulnerables debido a que en muchos casos están sin la presencia de sus padres o profesores”, señaló Dicna Costa, una maestra de un colegio en la parroquia Juana de Ávila, y quien ha podido ver cómo desde afuera manejan la logística.
Las autoridades afirman que los principales blancos de estos antisociales son jóvenes y adolescentes con edades entre los 12 y 20 años.
El plan básicamente de estos sujetos es inducir a los estudiantes al consumo de estupefacientes e, incluso, los incitan a venderlas en el interior de sus instituciones a cambio de dinero.
“La finalidad de estos degenerados es engancharlos y hacerlos sentir parte del negocio”, sostuvo el uniformado experto, quien enfatizó que a los que logran captar, luego los usan como puente para contactar a otros estudiantes.
“Este delito cada vez se hace más común en las entidades educativas del Zulia. Hace un mes, aproximadamente, un estudiante de cuarto año de bachillerato de un liceo de la parroquia Manuel Dagnino, en Maracaibo, fue detenido frente a las instalaciones, luego que se le hallara en el interior de su morral porciones de presunta marihuana.
El caso aún sigue en proceso de investigación por parte de las autoridades”, contó Jacinto, el padre de un estudiante de la institución. “A mí parecer, todo este problema deja en evidencia el proceso de descomposición social que tenemos”, apuntó a tono reflexivo.
La situación preocupa. Expertos en la materia aseguran que los consumidores de altas dosis de marihuana podrían experimentar una psicosis aguda, que incluye alucinaciones, delirio y una pérdida de la identidad personal o autorreconocimiento.
Mientras tanto, los cuerpos de seguridad nacional y regional no dan tregua a este delito, según han advertido. “Las labores son constantes y la lucha es continua en contra del microtráfico de sustancias estupefacientes.
Estos son casos que se repiten en barrios, calles y colegios del país y por esta razón hemos reforzado el trabajo de vigilancia en las comunidades a través del plan Patria Segura”, informó, en un comunicado, el general de brigada Manuel Graterol Colmenares, comandante del Comando de Zona para el Orden Interno 11 Zulia.
En tanto, la subdelegación marabina del Cicpc ha tomado la iniciativa de acudir a los colegios de la ciudad para mantener alerta al estudiantado, según informó el ente. “Les damos charlas de cómo opera esta gente, pues estos tipos tienen muchas ‘mañas’. También es muy importante que los padres estén pendientes de sus hijos”, subrayaron.
Los envoltorios para empaquetar la mercancía tienen su capítulo aparte, pues la variedad es casi ilimitada. Pero se sabe que los más utilizados son los ‘pitillos’, realizados con material sintético de plástico.
Voceros del Centro Especializado de Prevención y Atención Integral (Cepai), dedicado a tratar personas con adicciones de drogas y a la prevención de éstas, afirman que la participación de los padres de los jóvenes estudiantes es clave para la prevención y la lucha contra estos grupos delictivos que se dedican a comercializar drogas entre la población estudiantil.
Los microtraficantes están entonces en un acecho constante, camuflados, a la espera del próximo cliente o de la víctima más vulnerable, casi siempre, muchachos de edad escolar.
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