Más de 100 expresidentes; la ONU; la UE; parlamentos de Brasil, Canadá, España, Chile y otros; partidos políticos; juristas; ONG y otras personalidades de gran relevancia mundial denuncian la existencia en Venezuela de un régimen autoritario que, amparado en su supuesto origen democrático (la elección de Maduro ha estado en entredicho desde el principio), viola flagrantemente los derechos humanos, persigue a la oposición y tiene más de 70 presos políticos. Este miércoles vendrá al país Aécio Neves (ex candidato presidencial de Brasil) encabezando una Comisión Externa del Senado, para verificar la situación de los opositores venezolanos y, sobre todo, de los presos políticos: “Vamos a suplir la vergonzosa omisión de la presidenta Roussef ante la escalada autoritaria en Venezuela”, declaró Neves a la Folha de Sao Paulo.
El ex presidente uruguayo, Julio María Sanguinetti, advertía esta semana que “en nombre del principio de no intervención se termina avalando dictaduras”, y es lo que ha venido ocurriendo en Venezuela con la constante calificación oficial de “injerencismo” (sic, palabra que no existe en el DRAE) a cada crítica internacional sobre la barbarie en que ha devenido el régimen de Maduro. “Cuando en un país no hay libertad de prensa ni separación de poderes y están presos los líderes opositores, nadie de buena fe puede hablar de democracia”, añade Sanguinetti, al cuestionar “el silencio y la complicidad” de algunos organismos internacionales y gobiernos latinoamericanos sobre la situación de Venezuela.
El cuento del “injerencismo” resulta grotesco en boca de quien ha entregado a los cubanos el mando en los cuarteles, notarías, registros y muchos organismos más y emitiendo pasaportes venezolanos a chinos, iraníes y a personajes ligados al terrorismo internacional, como han denunciado autoridades canadienses. Que Cuba aún reciba 100.000 barriles diarios de crudo con los que se podrían paliar acuciantes necesidades de Venezuela, habla de la dependencia de quien alardea de independencia.
Acusa de “entreguismo al extranjero” la asesoría del expresidente Felipe González a los presos políticos y olvida el dineral que pagó a los españoles de Podemos por haber asesorado al chavismo en cómo perseguir y descalificar a la oposición venezolana. “Del exterior no va a venir nadie a darme órdenes”, grita el Maduro que viaja constantemente a La Habana para recibir instrucciones de Raúl Castro.
Nicolás pretende enmascarar su barbarie con el disco rayado del “injerencismo” a la par que inventa conspiraciones, como el absurdo “eje Bogotá-MadridMiami”. Los despiadados ataques a Felipe González fueron un boomerang para Maduro.
Un viaje que el visitante pretendía discreto, Nicolás lo convirtió en una señal de alarma mundial contra su régimen. Frases de González como que “Venezuela es un país destruido en términos de crisis social, económica y de libertades básicas: no hay alimentos ni medicinas y Maduro es el responsable de esa catástrofe”, y su comparación del discurso chavista con el del dictador Franco cuando hablaba de una “conspiración judeomasónica y comunista orquestada para acabar con su dictadura”, circularon esta semana en la prensa mundial.
No sabe Maduro lo estimado que es González por la mayoría de los presidentes latinoamericanos, como lo demostró el gesto de Santos, de enviar su avión presidencial para llevarlo a Bogotá y de ahí volar juntos a Europa. González es un divulgador temible de los horrores que vio y escuchó. Anotó la brutal amenaza de Nicolás sobre la “masacre y muerte que habría en el país si fracasa la revolución chavista” (ya visiblemente fracasada); siguió el patético desempeño oficial en la ONU con su ridículo ritornello de la “guerra económica” al no poder explicar la escasez, la inflación y la ruina del país.
Conoce el informe de la ONU sobre “la recesión profunda” en la que ha caído Venezuela (-7%), mientras Bolivia, Paraguay y Perú, sin petróleo, crecerán por encima de 4%). Sabe que aquí hay más de 12 millones de pobres y que 80% confiesa que “no les alcanza el dinero para comprar comida; que comen menos que hace dos años, y que de su alimentación han desaparecido las proteínas”.
Se horrorizó con la irrupción de las huestes chavistas en la alcaldía opositora de Aragua, donde arrojaron de un segundo piso a un fotógrafo y agredieron brutalmente a otros funcionarios, sin que hubiera castigo alguno. La OIT pide a Maduro el cese de la persecución de empresarios y trabajadores. 51% de los venezolanos registró un homicidio cerca de su casa; bandas criminales se unen y atacan a la policía con granadas y armas de guerra. El criminólogo Mármol García asegura que en el país operan 18.000 bandas criminales; ocurren 70 homicidios por cada 100.000 habitantes; de cada 100 delitos solo se resuelven 6 y la población delictiva libre es mayor que la población reclusa:72.000 delincuentes libres contra 60.000 recluídos. No asombra entonces que Venezuela ocupe el último lugar en el Indice del Estado de Derecho 2015 de World Justice Project, entre 102 países estudiados.
Maduro está cercado por su propia barbarie: nadie creyó en la gripe “y otitis” que puso como excusa para eludir las críticas del papa Francisco y la segura solicitud de liberación de los presos políticos. Presión similar está recibiendo para que la roja Tibisay anuncie la fecha de las parlamentarias. Hasta la OEA y la inefable Unasur parecen haber cambiado de signo porque sus secretarios generales abogan por la inmediata fecha electoral y una observación internacional calificada de la OEA, UE y Unasur que garantice transparencia.
No nos asombremos si Maduro apela a la treta de una artificial guerra con Guyana por el Esequibo, (frente a cuyo abuso tan tarde pió este pajarito) como intento desesperado para suspender las parlamentarias, dada su inminente derrota.