Eso lo dicen y lo dicen y lo dicen. Cada vez que hay elecciones una conocidísima dama, baja, con mirada altiva, con unos papeles en la mano, pelambre de peluquería, zapatos Luis XVI, seguida de unos cuantos escoltas aburridos, por la rampa de la mezzanina del edificio sede del CNE y con fuerza en sus palabras, seguridad en el tono, exclama: “La tendencia es irreversible”. La vaina terminó, las máquinas se la comieron nuevamente, el sistema funcionó.
Lo que tenemos como sistema es un “miamor”. Para el lector, supongo, que estos pequeños recuerdos le demostrarán claramente que no existen, pues, razones técnicas ni científicas para no anunciar la fecha de las elecciones. Veamos ahora si existen razones administrativas.
Tanto Chávez como Maduro, Diosdado, Merentes y todo aquel enchufado que tenga algo que ver con presupuesto, créditos adicionales, partidas especiales, gastos de emergencia y billete en general siempre le han dicho a los conjurados del CNE y en especial a las damas, desde que Tiby llegó al CNE “pidan por esa boquita”. Nunca de los jamases le han negado ninguna petición por muy estrafalaria que haya sido. Eso ha sido una billamentazón para el CNE solo comparable a los chorros de agua que intentaban apagar el incendio criminal de las Torres Gemelas. Pida por esa boquita se repite nuevamente en estas elecciones.
Por otro lado, no menos importante, el remoto temor a que el TSJ le dé la razón, sentencie digo yo, pues, a favor opositor alguna de las 15.999 demandas que se han introducido en contra de los desafueros del CNE es simplemente imposible. Soñar no cuesta nada, como solía decir la expresidenta del TSJ, la memorable Morales en sus arrebatos “aplausónicos” cuando coreaba con las palmas de sus manos, usadas como cuero de tambor africano, para celebrar las altisonantes y verborreicas palabras del Eterno, y de su garganta salía un sonoro: “Uh, ah, Chávez no se va” o “así, así, así es que se gobierna”. Entonces, mis amados lectores, tampoco es por temores jurídicos que podría entenderse el diferimiento en fijar la fecha y el cronograma de las parlamentéricas. ¿Qué será? ¿Adivina adivinador? ¿Qué será? Puede haber desde una explicación política hasta una psiquiátrica. Veamos.
Algunos opositores piensan que el CNE es una cueva de pillos, un antro de delincuentes electorales, una penitenciaría de truhanes del voto. Esos opositores sin o con razón de lo que piensan no les gusta mucho la idea de ir a un proceso electoral con un CNE vendido y venal. No aguantan dos pedidas para que se abstengan. Ven en cada acto de los rectores rojos rojitos las pruebas irrefutables de que hay una conexión secreta con los chinos, los rusos y los cubanos para cambiar los resultados electorales a través de un famoso cable blanco que cruza buena parte del Atlántico y del mar Caribe, de donde resulta que mientras más abusador se vea en CNE, mientras más intolerante, más adulante del poder, más reacio contra la oposición, más complaciente con el gobierno, los opositores desconfiados confirmarían sus temores con el CNE y por ende aumentaría la abstención. Esa es una buena teoría. Parecer más antipático, viciado y alienado para aumentar la abstención según una teoría muy apreciada por Maduro y su combo que mientras más aparezca el CNE como desequilibrado, sesgado y vendido más abstención opositora.
Otra explicación que toma cuerpo es que el CNE es sádico. Está formado por personas que le gusta ver sufrir. Les encanta causar dolor. Se regocijan con el llanto ajeno. Se excitan con la desesperación, el miedo y el dolor del prójimo. Cuando humillan a alguien caen al suelo temblando de placer. Quieren que la clase media opositora se suicide masivamente. Que los puentes se llenen de personas tirándose al vacío. Que emigren a bojote limpio. Sadismo del crudo. Cuando todo el mundo espera que se anuncie la fecha exacta, entonces Tiby dice: “Ay, mijito, la cosa es pronto”. Más tarde opina un expresidente del CNE hoy alcalde, carajo: “Las elecciones serán más pronto de lo que nosotros queremos pero más lejos de lo que ustedes aspiran”, Total, que nada de nada.
Finalmente creo que hay una tesis que defiende el atraso como un asunto de negocios. Si queda muy poco tiempo entre el anuncio de la fecha definitiva y el acto electoral no se podrán cumplir con los tiempos establecidos para las licitaciones públicas y, por lo tanto, todo se tendrá que contratar por la vía rápida, en emergencia, sin ningún protocolo, por excepción. Compras “y que” motivadas. Y en esos casos los amigos son de mucha utilidad, y si recordamos el inicio de este artículo en cuanto se refiere a “pida por esa boquita” todo el asunto queda asaz explicado. Y en todo caso, 100 millones de dólares en contrataciones es una cifra suficientemente importante como para quedarse impávido, tranquilo y sin nervios, hecho el musiú, mientras reciben gritos y críticas pero también mientras se firman los respectivos contratos. Así que escoja usted la teoría que más le guste. Una de ellas. Algunas de ellas. Todas ellas.
@eduardo_semtei