Una gran cantidad de Venezolanos seguramente están consternados por la noticia de que un alto diplomático estadounidense se reunió el sábado con Diosdado Cabello; un político de línea dura del régimen que de acuerdo con varios reportes es objeto de una investigación por parte del Departamento de Justicia de Estados Unidos por sus nexos con el narcotráfico. A solo una semana de que el presidente izquierdista Nicolás Maduro amenazara con “masacre y la muerte” si su revolución fuera tomada por el “imperialismo”, muchos observadores se preguntaban por qué el consejero del Departamento de Estado, Thomas Shannon, se reuniría con líderes del régimen y mucho menos con alguien que es mencionado como el capo de la cocaína de Venezuela. En lugar de seguir apaciguando a Maduro y a su séquito, se esperaba que Shannon pusiera un ultimátum a Cabello por su criminalidad.
No está claro a dónde se dirige esta intervención diplomática por parte de Estados Unidos. En marzo parecía que funcionarios estadounidenses se preparaban para tomar una posición forjada en principios cuando se sancionó a un grupo de funcionarios de seguridad del régimen venezolano por violaciones a los derechos humanos.No obstante, en respuesta a una reacción furiosa por parte de ese régimen, el secretario de Estado, John Kerry, envió a Shannon a Caracas para llevar a cabo consultas privadas. Aunque ningún funcionario estadounidense reconoció hacer alguna concesión a Maduro es interesante observar que, a pesar de las huelgas de hambre de los líderes de la oposición encarcelados, no se han aplicado sanciones adicionales a violadores los derechos humanos desde la intervención de Shannon.
De acuerdo con fuentes en Venezuela, durante una reunión de seguimiento en mayo, Shannon divulgó a Maduro que periodistas estadounidenses se preparaban para publicar un artículo que detallaba una investigación federal en curso por parte de Estados Unidos. La investigación se centraba en la narco corrupción dentro del régimen—en la cual Cabello juega un papel central. La reacción de Maduro a la evaluación contundente de Shannon fue una de desesperación, ya que el presidente sabe que no puede desafiar a Cabello incluso si quisiera, pues Cabello controla una a un numero de militares importante.
Todo apunta a que Maduro concibió el encuentro de Shannon con Cabello, lo que dio lugar a que el diplomático estadounidense le diera la noticia directamente al presunto narcotraficante. Aunque no hay una lectura pública o privada de esa reunión que tuvo lugar en el territorio neutral de Haití, Shannon debe haber informado a Cabello que las investigaciones son graves, sustanciales y que están bajo el control de fiscales que gozan de una independencia absoluta.
Durante el fin de semana, algunos periodistas independientes y figuras de la oposición democrática expresaron su consternación con las noticias de la reunión entre Shannon y Cabello. Algunos se preguntaban si los Estados Unidos se unirían al resto del hemisferio y abandonaría al pueblo venezolano—a pesar del sinnúmero de revelaciones sobre la criminalidad dentro del régimen.
Un ejemplo de la indiferencia de la región se acaba de presenciar en Brasil. Una visita de cortesía entre Cabello y la presidenta Dilma Rousseff y su antecesor se produjo días después de las declaraciones amenazantes de Maduro sobre “masacres y la muerte.” En medio de escándalos de corrupción que han plagado al Partido de los Trabajadores en Brasil, uno pensaría que los líderes brasileños se distanciarían del presunto capo—quien llevó personalmente a la cárcel al líder de oposición Leopoldo López hace 15 meses. Parece ser, sin embargo, que Caracas está usando todos los petrodólares a su alcance para comprar favores.
Como si esto no fuera suficiente motivo de preocupación, la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO), reconoció recientemente al gobierno de Venezuela por “cumplir con la meta del milenio de la ONU de reducir a la mitad la desnutrición.”La FAO aprovechó la ocasión para anunciar que estaba nombrando su campaña contra el hambre en honor al fallecido Hugo Chávez. Estos honores se otorgan a pesar de la escasez crónica de alimentos y medicinas que obligan a los venezolanos a esperar en filas kilométricas para comprar alimentos básicos que necesitan para sobrevivir. Por supuesto, el personal de la FAO tiene plena conciencia de la miseria por la que pasa Venezuela. Al parecer, esa organización es tan corrupta como el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que sirve como plataforma para los peores violadores de estos derechos en el mundo.
Manifestaciones multitudinarias, represión, abusos a los derechos humanos, encarcelamiento a miembros prominentes de la oposición, una severa crisis se suman a la escasez y definen la realidad cotidiana que se vive en Venezuela. Esta crisis, que lleva gestándose por más de una década, ha pasado desapercibida por gobiernos en Latinoamérica y el mundo, que dicen ser garantes de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad de expresión.
Muchos en la región creen ingenuamente que los problemas de cada país no afectaran la estabilidad de los demás, o que la doctrina de la tan cacareada “no intervención” adoptada por la mayoría de los ministerios de relaciones exteriores protege su “soberanía”. Trágicamente para Venezuela y para sus vecinos estas afirmaciones son falsas.
En el último año, cuando la situación en Venezuela se ha vuelto más volátil y violenta, varios ex presidentes de Latinoamérica han tratado de defender los derechos humanos de los presos políticos y han denunciado el comportamiento autocrático de Maduro. El régimen rechaza este activismo como “injerencia en los asuntos internos de Venezuela”, a pesar de que Maduro se comporta como un títere de La Habana y ha permitido a la dictadura cubana el manejo de todo tipo de asuntos en su país.
La erosión de la democracia, la corrupción, la impunidad, la inseguridad generalizada, la desigualdad y abusos contra los derechos humanos han invadido a la región.Para la mayoría de los gobiernos de las Américas, éstos son vistos como problemas a resolver. En Venezuela, Cuba y otros regímenes de izquierda, estas condiciones son instrumentos de control. Líderes regionales deben comprender que continuar ignorando esta crisis incita su propagación. Ciertamente, cuando los gobiernos se hacen de la vista gorda a la presencia de criminales dentro del régimen venezolano, están invitando a estos mafiosos a propagar sus actividades por todo el hemisferio.
Estados Unidos siempre ha tomado una línea dura contra países que patrocinan el narcotráfico. Es difícil imaginar que un ambicioso diplomático de carrera como Shannon fuera parte de una estrategia para minar esa política. Así mismo, el normalizar relaciones diplomáticas con Caracas para ayudar a Maduro a aferrarse al poder es contrario a los valores y seguridad de Estados Unidos. Sin embargo, negociar la rendición de Cabello y sus co-conspiradores sería una labor muy digna.
Maduro y Cabello quizás piensen que la policía de Estados Unidos, los fiscales y los jueces son políticamente maleables como los de Venezuela. Shannon quizás les dio una lección a estos señores sobre la separación de poderes y les informó que tratar de disuadir una investigación federal por razones políticas no sólo es inútil sino ilegal. El mejor consejo que el Embajador Shannon le podría dar a Maduro, Cabello y a muchos de sus cómplices sería contratar un abogado y prepararse para estar tras las rejas después de su reunión con los fiscales en Estados Unidos.
Fuentes en Venezuela confirman que durante las reuniones de Shannon con los líderes del gobierno y de la oposición en Caracas, este abogó por elecciones parlamentarias que ayuden a calmar la crisis reinante en el régimen. Funcionarios estadounidenses han dejado claro que defenderían vigorosamente “elecciones creíbles” con una “misión” de observadores independientes.
Durante años, el régimen venezolano ha rechazado que observadores electorales independientes monitoreen elecciones. Esto ha contribuido a que dentro de la oposición se tenga la percepción de que las campañas electorales no son libres y que el conteo de votos no es transparente. Con índices de aprobación sumamente bajos para Maduro, las autoridades electorales—que son ampliamente vistas como partidarias del régimen—todavía no anuncian la fecha de las elecciones que se supone se celebrarán este año.
Lo que está ocurriendo en Venezuela es muy real y muy peligroso. Es trágico que líderes de naciones en Latinoamérica y el Caribe hayan optado por ignorar este problema. En cambio, autoridades estadounidenses podrían finalmente reconocer que no pueden darse ese lujo. La participación íntima del más alto diplomático de carrera de Estados Unidos en la controversia venezolana quizás pueda significar, de una vez por todas, que Washington tomará una postura eficaz a favor del Estado de Derecho. Esto podría detener la caída de ese país al abismo y mitigar el daño que le ha hecho a la región.
El autor fue Subsecretario de Estado Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental y embajador ante la Organización de los Estados Americanos en la Administración del presidente George W. Bush (2001-2005). Es investigador visitante en el American Enterprise Institute y su firma, Visión Américas LLC, representa a clientes estadounidenses y extranjeros.
Publicado originalmente en InterAmerican Security Watch