Contaba un conocido sobre la soberbia de un gallego quien solía afirmar: “La única vez en mi vida que me he equivocado fue una vez que pensé estar equivocado.” Y ese parece ser el talante de los personajes que nos gobiernan. Es muy probable que las actuaciones del gallego no tuviesen repercusión alguna sobre otros; pero nuestro problema es que todos los errores y barbaridades que comete este atajo de malandros, nos afectan a los 30 millones de venezolanos que sobrevivimos en esta tierra que tanto amamos. Y no les basta con embarrarla, como dicen los paisanos de Nicolás ?Pastrana dixit? para colmo se comportan como amos y señores de la verdad, escudándose en el supuesto amor que los socialistas sienten por sus semejantes, cuando la realidad es que son unos egocéntricos que actúan invocando una hipotética superioridad moral.
El difunto Chávez fue un excepcional estratega que construyó este desastre copiando la estructura de poder aplicada por los Castro en Cuba. Mientras vivió, utilizando esas extraordinarias armas que fueron su discurso populista y su chequera sin fondo, engañó o compró a millones de personas alrededor del planeta. Fue un fenómeno, todavía no bien explicado, que poseía un gran carisma. Él supo decirle a los desposeídos y excluidos lo que ellos querían oír. En ellos consiguió la materia prima con la cual estructuraría su poder: los pobres. Y se enfocó en ese grupo, algo tan viejo como viejas son las religiones.
Entre quienes le han hablado —y algunos de ellos manipulado? a los pobres, hay dos tipos de individuos: unos que lo hacen para reivindicarlos y otros que lo hacen para utilizarlos para construir sus propios proyectos. Entre los primeros hubo religiosos y políticos cómo Buda, Jesús, Ghandi, Martín Luther King y Mandela. Entre los segundos podemos incluir a Mussolini, Lenín, Stalin, Hitler, Mao, Pol Pot, Fidel y Raúl Castro, culpables de asesinar a millones de personas para instalar regímenes que terminaron siendo unos rotundos fracasos.
Estos últimos se caracterizaron por ser grandes manipuladores de las masas y lo hicieron sin pudor y con una falta total de escrúpulos. Ejemplo de ello es lo que hizo Hugo Chávez, a quien no le importó dividir a los venezolanos en dos toletes, para enfrentar hermanos contra hermanos, utilizando la creencia compartida por la mayoría de los desposeídos de la tierra, que no es otra que el culpar de sus infortunios a todos aquellos que tienen más que ellos o son diferentes, tema ampliamente explotado en la literatura y en el cine, especialmente el mexicano de mediados del siglo pasado. Con sus discursos unió a esos compatriotas, engañándolos con su supuesto amor por ellos, utilizando el resentimiento para integrarlos como grupo hasta convertirlos en “nosotros” y les enseñó a odiar a la otra mitad de la población, a los que englobó bajo el concepto de “escuálidos” e identificó como “ellos” Eso no lo hace alguien que ama a su pueblo, eso lo hace quien va a utilizar al grupo que domina para su propio beneficio.
Para suerte de Venezuela, Chávez falleció, se acabó el dinero y nos dejó a Maduro, quien para aplacar el malestar social ocasionado por el desbarajuste económico que llevó al país a la ruina, no tuvo otra que hincarle los colmillos a los que se le han opuesto. Y es que no hay como creer que se tiene la razón, aún sin tenerla, y tener fregado a quien piense diferente. Se actúa bajo la premisa de: ¡Lo hago porque me da la gana! Por ello, estos sujetos que se compartan como amos de Venezuela, reaccionaron cual buenos ególatras y dueños de la verdad: reprimieron violaron, torturaron, encarcelaron y asesinaron a los que pedían ser oídos, a los que pedían que se tomase en cuenta sus opiniones.
Pero las cosas habían cambiado y el mundo estaba atento a lo que ocurría en Venezuela. Así fue que los excesos del régimen levantaron la protesta mundial. Países, personalidades y organizaciones que van desde una ONG anti bullying, presidida por Cameron Díaz —famosa actriz cubana norteamericana quien ha denunciado a Nicolás Maduro por caribear al pueblo venezolano— hasta la ONU, nos están apoyando. La población comienza a ver el futuro con optimismo mientras crecen la esperanza y la fe. Cada día son más los que tenemos la certeza de que vamos a sacar a estos bandidos del poder. Cuando ello ocurra y llegue el día en que honremos a los que entregaron sus vidas para alcanzar la victoria —jóvenes en su mayoría— ojalá para ese entonces, los políticos que deberían estar cobrando sus pensiones de vejez, hayan aceptado y reconocido que ha surgido con mucho ímpetu una nueva generación que está dispuesta a luchar por una mejor Venezuela, con una visión distinta de la política, con un manejo más pulcro de los fondos públicos.