Dilma dejó en alguna gaveta de la sede del Partido de los Trabajadores los discursos de barricada, esos incendiarios y antiimperislistas, para desplegar en su visita de Estado a EEUU una desesperada agenda entre inversionistas y el gobierno de Barack Obama. Acosada por una crisis económica (que ha echado para atrás años de mejoras para el pueblo brasileño), y tenazmente investigado entorno por corrupción, la presidenta brasileña intenta atraer las inversiones de empresas estadounidenses en Brasil como mecanismo de reactivación económica.
La presidenta Dilma Rousseff dijo que quiere a Brasil con “una economía más abierta y competitiva” y que la burocracia brasileña es “infernal” durante una reunión cerrada con banqueros e inversores en Nueva York. También defendió el ajuste fiscal, al que calificó como “fundamental” y explicó su plan de concesiones para obras de infraestructura, que contempla la modernización de carreteras, aeropuertos, puertos y vías férreas, reseña la agencia Brasil247
El diario Folha de S.Paulo reportó, en base a declaraciones de dos de los presentes en el encuentro, que pidieron mantenerse en el anonimato, que Dilma y su ministro de Hacienda, Joaquim Levy, estaban “totalmente coordenados, en sintonía“.
En la reunión en el hotel St Regis de Nueva York, Dilma explicó los cambios en la política económica y se refirió a la importancia de la credibilidad fiscal, indicando que el en la práctica el Banco Central “ya es independiente“.
También señaló que desea profundizar la relación con Estados Unidos y que Brasil necesita las inversiones estadounidenses.
La mandataria brasileña dijo además que quiere construir “un país de clase media“.
Posteriormente voló a Washington, y visitó con su colega Barack Obama el Memorial de Martin Luther King. Acompañados por una traductora, Dilma y Obama fueron en el mismo automóvil desde la Casa Blanca hasta el Memorial, una distancia de unos 4 kilómetros.
Ambos recorrieron el lugar y conversaron de pie.
Tras el encuentro, la Casa Blanca emitió una nota que indicó que la visita al Memorial proporcionó a ambos líderes una “oportunidad para reflexionar juntos sobre la lucha de Luther King en toda su vida en pro de la igualdad y de la justicia y contra el racismo y la intolerancia“.
Luego compartieron una cena en la sede del Gobierno estadounidense.
La nota añadió que la visita resaltó los “varios valores compartidos” y lazos que existen entre los pueblos americano y brasileño.
Por su peso poblacional y el de su economía y su discurso de izquierda anti mercado, Brasil se había constituído en el soporte fundamental en la región de los países “antiimperialistas” y líder indiscutible de la diplomacia de Unasur. Esta visita, los discursos y los pedimentos de Dilma significan un cambio de 180 grados en la retórica del gobierno de Brasil.
Antes, a principio de año, Cuba había saltado la talanquera del antiimperialismo
(lapatilla.com)