La escasez cambió los planes de Isamar Montero y su familia. La venta limitada de dos “canillas” por persona modificó la cena del domingo. Las fallas en el suministro de harina de trigo se han hecho sentir en las panaderías de la región. Los inventarios se agotan rápido y reponerlos no es fácil. Los proveedores de insumos tienen cada vez menos disponibilidad y el cierre de tres plantas procesadoras amenaza con agudizar la crisis. El Carabobeño
Un aviso improvisado pegado en la vitrina choca de frente con la necesidad de los consumidores en otro establecimiento “solo 10 panes por persona”. Son cinco palabras que lo dicen todo. Hablan de un problema de improductividad que no se ha podido solventar. Pero en otro comercio la situación es peor “no hay pan”, se lee en un cartel frente a una exhibición totalmente vacía.
Antes era usual que Luis Moreira se abasteciera con una compra de 12 sacos de harina de trigo, de cada uno se preparan 900 panes. Era un inventario suficiente para un mes. Ahora con suerte solo le despachan tres o cuatro. Por eso ha tenido que racionar la venta. Tampoco puede ofrecer la variedad de productos que acostumbraban a hornearse en el lugar. “Nos limitamos solo a las canillas, los campesinos y el pan francés que es lo que tiene más salida”.
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