José Luis Zambrano Padauy: El país de la igualdad demencial

José Luis Zambrano Padauy: El país de la igualdad demencial

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Cada vez son menos los zombis que deambulan por las calles, enmascarando sus pensamientos en una ideología casi inoculada con mensajes patrióticos. Perdió la contundencia el enarbolado sistema de igualdad, que sembró la reyerta contra quien tuviese más bienes e hizo pulular heridas escondidas; rencores subterráneos y envidias por la bonanza del prójimo.

Esa anhelada igualdad de mejores designios para el futuro, queda sepultada en las promesas vociferadas con argucia por década y media, desgastadas en el empobrecimiento desmedido de la mayor parte del colectivo, que debe ataviarse diariamente de tolerancia y emprender el peregrinar de una dantesca cola; no contar con el medicamento agotado, que debería consumir al ver los elevados precios de los pocos productos localizados en las estanterías de los mercados o saber de lo inalcanzable de tener una propiedad como vivienda o vehículo: muchos de esos gustos señalados a la burguesía y que en otrora podrías lograr con trabajo digno.





En la actualidad, esa realidad sonámbula de seguir el dictamen sin miramientos ha cambiado. Se asoman las costuras de un gobierno construido sobre las bases de la demagogia emocional, que no sabe cómo justificar el empobrecimiento planificado de un país, que sucumbe en el sótano de las proyecciones de crecimiento, pero logra el podio más encumbrado, con el reinado sin parangón de ser la nación con la mayor inflación del planeta.
La igualdad en carestías casi se ha logrado. Sólo unos pocos con injusta sapiencia han invertido su dinero en otros países con seguridad jurídica o, aquellos, con solapado ventajismo y antipatriotismo, irrumpieron en negocios turbios y apoltronados en cargos gubernamentales, se han enriquecido hollando con su inmundicia sobre las cabezas e ingenuidad de los ciudadanos.

Ante mi mirada escéptica de ver escapar despavoridos a los profesionales -que al tener atadas sus proyecciones de crecimiento, emigran a otras naciones en busca de un sueldo coherente a sus esfuerzos intelectuales- , todavía resopla mi aliento esperanzador.

Reconozco cómo anualmente se sube el salario mínimo en porcentajes casi insostenibles, bajo la jactancia ejecutiva, a sabiendas que el sueldo del profesional se le equipararía progresivamente y la inflación sigue su escalada. El manifiesto comunista es claro en su desaprobación a la clase media, la cual tiene en sus cimientes el deseo de crecer, avanzar, desarrollar y concretar aspiraciones. Por eso el ensañamiento de desaparecerla. Pero apenas estamos en el inicio de la lucha, pues nos hallamos más cerca de la justicia anhelada.

Por más que arguyen triunfos, maquillen cifras o manipulen imágenes de supuestos seguidores, existe una realidad nacional: “Queremos algo distinto que nos saque de este foso de pesadillas”. Este año podríamos aportar nuestra mayor siembra de esperanza. Más allá de cualquier subterfugio electoral en la rectoría del proceso, salgamos a votar en las parlamentarias. Mientras más nos aglutinemos, podremos destruir este nuevo país erigido con el ladrillo demencial del engaño, para edificar la Venezuela purificada con la visión de hermandad ciudadana. Una nación deslastrada de la maldad a destajo, para volver a vivir en el hermoso territorio con sus brazos abiertos, donde la chanza siempre fue preludio a la camaradería. Un país de amigos y verdades.