Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…Rubén Darío.
Querido joven:
Estos versos de Darío evocan en estos tiempos que vive Venezuela otra cosa: no la juventud que huye de uno con el paso de los años, sino la que huye del país. Buena parte de los jóvenes solo ven futuro marchándose a otro lugar. Una nueva forma de exilio va configurándose, diferente a la de Pérez Jiménez: no te sacan esposado en un avión, pero te sacan obligado por las circunstancias. Todo emigrante es un exiliado porque nadie quiere irse de su casa, de su gente, de su lengua. Efectivamente el país se ha venido desdibujando en los últimos años, parece una caricatura de sí mismo. Acaban de aumentar el sueldo mínimo y es el equivalente a un queso parmesano uruguayo comprado en Margarita; la única salud que nos va quedando, es la alguien educado nos brinda después del estornudo; la seguridad que el ciudadano tiene es la de que será víctima de algún delito; padecemos desabastecimiento de ideas y de principios.
Como entusiasmar a un joven que ha crecido viviendo “de abismo en abismo”, usando las palabras del susodicho, para que crea que otra Venezuela es posible, una nación de democracia y tolerancia, de respeto y ley, de esfuerzo honesto y trabajo. Cómo decirte, en medio de estas circunstancias que te inscribas para votar, en un registro electoral inauditable, con un Consejo Electoral, abierta y descaradamente parcializado. Con bandas armadas que hicieron retroceder al mismo ejercito y obligaron a cerrar una mesa en las propias elecciones del PSUV. El panorama es desolador, pero lo será mucho más si no asumimos el protagonismo de nuestro porvenir. Puede que el desencanto nos lleve a pensar que somos una tierra sin destino, esperanza ni futuro. No es así. Desde los albores de nuestra historia dos pulsiones se enfrentan: la ambición de poder autoritaria, demagógica oportunista y dictatorial del caudillo que quiere manejar el país como si le perteneciera, por una parte y la Venezuela de principios e ideas, de tolerancia y democracia, de honestidad y trabajo, de instituciones y derecho, por otra. En esta lucha – que es también una confrontación al interior de nosotros entre el país que soñamos y el que practicamos porque nos conviene- no siempre ha ganado la arbitrariedad y el abuso, como a veces nos es dado a creer. No siempre hemos estado del lado del “vivamos, callemos y aprovechemos, que llamaba Picón Salas. También nuestro flanco democrático, institucional y de progreso se ha anotado grandes victorias y las han conducido los jóvenes de todas las generaciones de todos los tiempos.
Es realmente maravilloso y esperanzador que después de 16 años de abuso y arbitrariedad, aun la conciencia juvenil defienda ideales y principios con la misma fuerza que lo han hecho los jóvenes venezolanos de otras épocas, que la mayoría de nuestros jóvenes no haya sucumbido a la debilidad de hacerse millonarios antes de los 30, convirtiéndose en bolichicos de esos que usan lentes oscuros como antifaz y pagan para que borren su foto de Internet, porque arrastran la mala conciencia de saberse una vergüenza. A diferencia de otras sociedades que nunca han conocido la democracia, nosotros, con todas las deficiencias que tuvo, la conocimos. Es por eso que los hogares venezolanos han podido formar jóvenes de una talla espiritual envidiable para cualquier nación desarrollada. Ustedes no solo son brillantes, inteligentes y creativos, sino que además son buenos, en ese amplio y hermoso sentido que la bondad contempla. Muchachos de ideas y principios, que de algún lugar vinieron, que algún ejemplo produjo. Ustedes que hoy luchan y se forman en la excelencia mientras salen a la calle y tragan “gas del bueno”, conducirán la Venezuela que habrá de venir. Y no lo harán como quien arrea un rebaño con consignas agresivas en vez de ideas, con mentiras en vez de argumentos, sino que lo harán desde la inteligencia respetuosa que desea que todo el mundo participe de ella. Sembrar inteligencia y cultura luego de este tiempo de embrutecimiento planificado, será la gran tarea del futuro. No seremos ricos por las reservas petroleras más grandes del planeta, solo seremos un país rico cuando la riqueza este en nuestras conciencias, en nuestro corazón, cuando seamos capaces de construir una sociedad de leyes y de respeto, donde una multa se pague y la viveza sea un mal recuerdo y no nuestra cotidianidad. Cuando las universidades sean nuestras verdaderas reservas de futuro. Por eso estamos orgullosos de ustedes, los jóvenes, que son los guardianes de la esperanza.
Quizá, querido joven, puedas pensar que esta carta, esta arenga sentimental está hecha con el único propósito de jalarte bolas para que te inscribas en el registro electoral permanente antes del cierre del periodo de inscripción el próximo 8 de julio. Pues tienes toda la razón.