Cómo no hablar del drama griego desde Venezuela si las causas de nuestros males, mutatis mutandi, son muy parecidas a las de ese pueblo europeo.
Rentismo, estatismo y clientelismo exacerbados son los graves vicios sociales que nos acercan, los cuales, en el caso nuestro, también vienen de lejos.
Ambos países, hoy, estamos cayendo por el barranco económico-social gracias al populismo izquierdista, cuya conducta irresponsable es proverbial. No debería extrañar a nadie que Maduro haya saludado el triunfo de Tsipras en el referéndum reciente, comparten visiones ideológicas.
El pueblo griego acudió a esa consulta, en la que en la práctica se le preguntaba si quería seguir padeciendo el desastre. Sin entrar al tema de lo cuestionable de la forma tramposa como fue convocada, obviamente, en ella el pueblo no iba a votar a favor de la disciplina fiscal, aumentos de impuestos, la racionalización de sistema de pensiones, entre otras duras medidas exigidas por la crisis. Nadie o pocos estarían de acuerdo con apretarse más el cinturón o que le reduzcan lo que tienen en los bolsillos. Ésa es la reacción lógica, incluso en países que están en buenas condiciones económicas.
Pero los pueblos a menudo se equivocan. Sólo los demagogos dicen lo contrario. “Vox populi vox Dei” es su consigna central; y cuídese el político de ir contra el deseo, disparatado o no, de las masas, en ello se juegan apoyos, votos y/o sus puestos de líder o en el gobierno.
Decir la verdad se vuelve una estupidez políticamente incorrecta. De la honestidad y la sinceridad, ni hablar. El engaño o autoengaño es lo que indica el manual. El culpable es el extranjero, el imperialismo o los capitalistas, jamás el pueblo o el gobierno de turno, los cuales serían víctimas indefensas de los mercados, y en el caso europeo, de las instituciones de la Unión ode la demoníaca Merkel.
Así las cosas, la labor pedagógica del político no es más que una exquisitez, algo que no se puede permitir, es gastar pólvora en zamuro. Si el pueblo pide circo, circo hay que darle. Los malvados son los otros, los que quieren imponer disciplina, los que no respetan “la soberanía de los pueblos”.
Exigir sacrificios en momentos económicos difíciles nunca será popular. Y será catalogado de suicida el político que plantee austeridad, por mucho que esté justificada.
No otro podía ser el resultado de aquel referéndum. El drama actual griego es aleccionador en este sentido.
Ciertamente, ponerse en los zapatos de un ciudadano griego de a pie perjudicado por la situación terrible llevaría a cualquiera al desespero o a querer colgar por aquellas a los que gobiernan, los pasados y los presentes. Es comprensible su enorme ira y pedirles que se ajusten aun más el cinturón tenía que ser rechazado.
Lo que no podemos compartir es la idea de que los únicos culpables de lo que pasa son o las instituciones europeas o los gobernantes, olvidando, así, la responsabilidad que también tienen los ciudadanos de cara a los asuntos públicos y la elección de sus gobernantes.
Es fácil decir que los culpables directos son los que han gobernado, que lo son, obviamente, pero no atribuir ninguna responsabilidad a los ciudadanos, es ver a éstos como niños inermes que no tienen la capacidad para discernir lo que les conviene en materia política o económica. Los populistas y demagogos griegos y de otras latitudes tratan al pueblo de esta forma.
No sabemos qué pasará en definitiva a Grecia, si saldrá o no de la Unión Europea, lo más probable es que sí lo haga. Está claro que la solución es muy compleja, y que salga sapo o salga rana, hay un pueblo que va a seguir sufriendo unos cuantos años más mientras llega su recuperación.
El gobierno griego está marcado y condicionado por un discurso y unas promesas electorales incumplibles. No pareciera estar abierto a hacer lo que debe que hacer, y esto significa medidas muy duras para los griegos. Ha sido desleal con la Unión Europea y su visión sobre ella es contraria a los principios que la inspiran. Por más que lo voceen, no creen en ella.
El populismo izquierdista griego en comandita con los neonazis y antieuropeistas a ultranza conducen a ese país al abismo.
Este problema trasciende las fronteras de Europa. No es sólo económico-financiero. Lo es también geopolítico. Las fuerzas planetarias en competencia por sus áreas de influencia (EEUU, China, Rusia) están metiendo su cuchara en este caldo caliente, el asunto no les es indiferente.
Mientras sigan votando a izquierdistas populistas fantasiosos e irresponsables como los de Siriza en Grecia, y a sus afines ideológicos, como los que mal gobiernan en Venezuela, los pueblos estarán caminando al borde del abismo, con la alta probabilidad de embarrancarse.
Emilio Nouel V.
@ENouelV