Cada cierto tiempo, bien por el este o por el oeste, reaparece una suerte de malestar que rápidamente estremece a los venezolanos cuando presienten que territorialmente serán despojados, por el oeste, o que será ratificado, por el este, la pérdida de parte del territorio. Pudiera decirse que no ha habido gobierno que no haya tenido que lidiar con Colombia por los límites o con Guyana por una zona en la que mantenemos una histórica reclamación.
Maduro no podía escapar de esa suerte de maleficio: le tocó su momento y en buena hora, dirán algunos.
Guyana ha aprovechado las necesidades de los gobernantes venezolanos para dar pasos importantes en el ejercicio de soberanía sobre el territorio en reclamación. Chávez en la búsqueda de apoyo internacional, en particular del Caricom, mantuvo posiciones laxas sobre el particular, quedando prendado del más puro amor cuando en el 2007 el embajador guyanés espetó: “La confraternidad entre dos países socialistas implica abandonar el contencioso fronterizo, dado que los hermanos están llamados a vivir en paz”. Tan empalagosas palabras hicieron temblar las canillas del galáctico, pero además, cómo ir contra Guyana de manera enérgica cuando en 1981 los cancilleres de Cuba y Guyana, en declaración conjunta señalaron: “Cuba le reconoce a Guyana la totalidad territorial, incluyendo la Guayana Esequiba o Zona en Reclamación”.
Los guyaneses han hecho esfuerzos reiterados para ir desplegando proyectos en la zona en reclamación en las que retroceden por la acción del Estado venezolano, pero que las reinician cuando perciben la debilidad del gobierno en declaraciones como las que ofreció Chávez: “El Gobierno venezolano no será un obstáculo para cualquier proyecto a ser conducido en el Esequibo, y cuyo propósito sea beneficiar a los habitantes del área”. Además, les anunció, que ese tema sería eliminado en las relaciones entre los dos países.
Maduro no ha actuado de manera distinta y continúa con la misma política heredada. En su visita a Georgetown en agosto de 2013 solo acordaron solicitar a la ONU la renovación del jamaiquino Norman Girvan por otro período como mediador. En el resto de la declaración no existe referencia alguna a las pretensiones ya adelantadas por Guyana en la zona en reclamación.
Guyana se la puso a Maduro en “bandeja de plata”, en buena hora y en momentos en las que el gobierno se encuentra como todo en el país, escaso de política y de logros que presentar de cara a las parlamentarias de 2015. Y, ¿Qué mejor que el nacionalismo y el patrioterismo? ¿Cómo no aprovechar el enemigo externo?
¿Le dará resultado? Ya veremos aun cuando ya se sabe que el esfuerzo iniciado contra el decreto de Obama fue un rotundo fracaso. Lo cierto es que en la búsqueda del enemigo externo se consiguieron dos: por un lado, Guyana, el buscado, y, por otro, por el este, Colombia. Este aprovechó las ligerezas en los decretos de Maduro para solicitar reiniciar las discusiones limítrofes que están pendientes entre las dos naciones. Un grave problema porque este gobierno no sabe mascar chicle y caminar a la vez.