Los venezolanos, estamos obligados a producir y a exigir políticas imparciales para generar los cambios óptimos y extraordinarios que el país necesita en todos los sectores que lo constituyen. Esto es, sin dejar de pensar que todo empieza y está en el lugar donde vivimos y laboramos. Porque somos parte, del todo, de la patria que nos vio nacer. La parcialidad política segrega, excluye, divide, crea desidia y genera hostilidad. Es por ello que necesitamos imparcialidad política. Porque la imparcialidad, lleva consigo, política de inclusión, unidad y democracia. Esta modalidad del buen saber político, alimenta a la organización de los pueblos. Además, lleva a administrarnos, en lo personal, con las garantías de convivencia activa a favor de las comunidades y de la nación en general, sin dejar de contribuir en pro de las organizaciones administrativas del lugar donde estemos viviendo o trabajando. Justamente allí, es donde tenemos que organizarnos para ejercer la ciudadanía. Sí, una ciudadanía que nos impulse a defender y a defendernos de la arbitrariedad de funcionarios gubernamentales y de vecinos que pretendan dañar el equilibrio y las buenas costumbres de la población. Esto, por supuesto, en uso de preceptos constitucionales.
Quienes ofrezcan servicios públicos piloteando aviones; navegando embarcaciones; conduciendo autobuses, camiones, automóviles y motocicletas. Quienes tienen el privilegio de dirigir o laborar en escuelas, liceos, colegios, institutos universitarios, universidades, hospitales o clínicas. Quienes administran fábricas, industrias, empresas. En fin, quienes con significancia primerísima o no, dirigen los destinos de municipios, estados y del país, cargan una suprema responsabilidad, consigo mismos, con los demás y, por encima de todo, con la nación. Esta responsabilidad ineludible, debería probarse en acción, en imparcialidad, en calidad de servicios públicos, en protección de usuarios y transeúntes, en sostener buenas y elegantes relaciones con vecinos, colegas, compañeros de trabajo, usuarios y público en general, hasta tener la satisfacción de haber realizado la tarea con calidad y la virtud de un buen ciudadano. La eficiencia y eficacia, satisface. La búsqueda de la perfección, aunque sea inalcanzable, deberían ser nuestras garantías y metas. Patrick O’Dooley, en Plan de Vuelo de la Vida, señala que la actitud positiva, el entusiasmo, la determinación, la motivación, la confianza, el optimismo, la dedicación, la alegría, la capacidad de escuchar y la paciencia son cualidades de un ganador. Yo agregaría una más, la imparcialidad. Por lo tanto, los venezolanos para anotarnos a ganadores, además de estas cualidades, tenemos que garantizar un desempeño efectivo e imparcial en nuestros trabajos y sostener buenas relaciones. Es por ello, que las oficinas de instituciones que administran poder y ofrecen servicios públicos del gobierno nacional, gobernaciones y alcaldías necesitan entender que administran para un país llamado Venezuela y no para una parcialidad política. Hay que atender al ser humano sin adjetivos; si no, se impone el cambio de régimen. Porque, ciertamente, son importantes los que gobiernan; pero los otros también.
Víctor Vielma Molina/Educador/[email protected]