En los límites entre Guárico y Aragua, los mensajeros de un grupo de delincuentes cobran extorsiones a los hacendados, ya sea en efectivo o mediante la apropiación de ganado o vehículos, todas las semanas.
Por JAVIER IGNACIO MAYORCA | [email protected]
El líder del grupo, conocido como Juvenal, ya controla buena parte de la vía que comunica a Guárico con el oriente del país. En la primera semana de julio secuestró a tres familias completas que circulaban por la carretera en los alrededores del caserío Memo.
“La situación que vivimos en la zona oriental del Guárico es la misma que vivió Colombia años atrás, cuando vías en poder de guerrilleros y paramilitares hacían riesgoso el transitar por ellas. Hoy, para ir al centro, muchos preferimos transitar por la vía de la costa (Zaraza-Píritu-Barlovento-Caracas)”, explicó un habitante del sector que pidió la reserva de su nombre.
En los alrededores de la Cota 905, según información policial, los miembros de la banda liderada por Carlos Revete, alias Coki, hacían rondas nocturnas en camionetas y vehículos de lujo para llevar a cabo secuestros exprés y robar otros automóviles. Posteriormente se negociaba el pago de rescates con los propietarios y víctimas.
Estos son apenas dos ejemplos de grupos que, por su grado de organización y número de integrantes, pueden ser calificados de “megabandas”, según el Observatorio Venezolano del Delito Organizado.
“Las bandas tradicionales tenían siete u ocho integrantes, como pasa con los equipos de baloncesto. Las megabandas se parecen más a un regimiento”, afirmó Luis Cedeño, representante de esta organización.
Las megabandas tienen liderazgos claramente establecidos. El nombre o apodo del cabecilla generalmente se transmite al grupo completo. En Guárico la organización de Juvenal compite con la de Picure (José Tovar); en Zulia está la banda de Edwin Soto, alias el Mocho, también llamada Tren del Norte y en Miranda, la de los Capracio y Wilfredo.
Cada megabanda, según Cedeño, tiene núcleos de 30 a 50 personas que son capaces de trazar alianzas para hacer trabajos específicos en otras áreas del país.
El programa de las “zonas de paz” incrementó la magnitud de estas pandillas, y según Cedeño les confirió a sus líderes poderes de negociación similares a los que tienen los “pranes” o jefes de presos.
“La megabanda que vemos surgir en contraposición a la banda tradicional enmarcada a un entorno geográfico particular busca replicar el éxito que han tenido los pranes de las cárceles, en cuanto a capacidad de fuego y peso de negociación con las autoridades del Estado”, afirmó.
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