El venezolano despilfarra mucho tiempo en actividades “accesorias”
Sabia virtud de conocer el tiempo…
Muy agradecido…Pedro Vargas
Este régimen que nos destruye nos ha “enseñado” (sic) a despreciar el tiempo. Los venezolanos, nunca hemos sido fanáticos de la puntualidad ni respetamos al dios tiempo, hoy, menos que nunca. Los relojes solo sirven para ver la hora en la que no sucederá lo que estaba pautado. Llegar a la hora nos raya. Respetar el tiempo ajeno es impensable.
Ante una reunión, con excesiva frecuencia, solo se comienza cuando llega el último. Generalmente, hace falta confirmar y reconfirmar cada compromiso…y de todas maneras, se incumple. Dependiendo del nivel, la culpa es del tráfico, del automóvil que tuvo alguna falla o del compromiso anterior, cuando tampoco respetó el tiempo pautado.
Gracias a estas caracteristicas y a la irresponsabilidad colectiva, ir a la consulta de un médico requiere reservar medio día para un evento que dura menos de una hora. ¿Cuánto vale el tiempo perdido? Personalmente, ubico la puntualidad de la cita en el segundo lugar a considerar, solo superada por la calidad del profesional.
Somos enemigos de la planificación de nuestra agenda diaria. Cada compromiso se sucederá después del anterior…sin tomar en cuenta ni la importancia ni el respeto al tiempo de nuestro o nuestros compañeros de la reunión. Los empleados, gracias a esta extraña y despreciable costumbre y a las “ventajas” que le ha otrogado la legislación laboral, llegan al trabajo a cualquier hora y se van… poco después…o no asisten.
Pero el venezolano despilfarra mucho tiempo en actividades “accesorias”. El traslado desde su vivienda hasta su lugar de trabajo, bies sea que lo realice en vehículo de servicio público o en su propio automóvil, requiere de varias horas…cada día. Tiempo poco productivo.
Los horarios de funcionamiento de los colegios y escuelas hacen que nuestros niños y jóvenes tengan que madrugar de manera inclemente y la inconsistencia entre los horarios de padres e hijos dejan escaso tiempo para la relación familiar.
Las actividades complementarias, lúdicas, recreacionales o deportivas tienen difícil acomodo en las jornadas de los días de asueto. La televisión, muy poco instructiva, los videojuegos y otras actividades poco constructivas, copan los tiempos de ocio de la juventud.
Para medir el tiempo, el hombre ha ido desarrollando muy diversos sistemas. En los albores de la civilización, la luz solar nos separaba apenas el día de la noche, luego aparecieron los relojes de arena y las clepsidras que apenas nos permitían establecer lapsos en los que el tiempo era igual. Se logró la “calibración” de relojes de sol…que fraccionaban el tiempo de luz que nos suministra el astro rey y que eran diferentes en función de las diversas variables geográficas del sitio de su colocación. Famoso en Caracas es el que se ubica en la Plaza de San Jacinto.
La relojería y la habilidad del hombre, produjeron los relojes mecánicos que tenían baja precisión. Más adelante los físicos relacionaron las evoluciones de los espectros de distintos elementos y nos permitieron fraccionar los lapsos en espacios mínimos. Un sibaritismo, para el común de los mortales, lo observamos en la media noche del treinta de junio pasado, cuando, para hacer coincidir los relojes más precisos con la realidad astronómica, se añadió un segundo al ultimo minuto de ese día. Es decir, el último minuto del mes de junio, duró sesenta y un segundos. ¿Se dieron cuenta?
Respetar el tiempo es una expresión cultural, es una muestra (muy importante) de aquella famosa frase que se le atribuye al imprescindible mexicano Benito Juarez: “El respeto al derecho ajeno…es la paz”.
@rafael862