Esto es lo que sucede cuando el culto a la personalidad, de un verdadero hombre histórico como El Libertador Simón Bolívar, se mezcla con un par de ideales que han fracasado y que están en proceso de fracasar.
Un cuadro cinético, ubicado en el Seniat del Centro San Ignacio, en donde se ve de frente a El Libertador de América; si se mira desde la derecha el dictador de Cuba, único reducto de un sistema de gobierno que fracasó hace 25 años atrás con la caída del Muro de Berlín; y si lo hace desde el lado izquierdo el expresidente venezolano cuya visión de país implosiona de a poco.
El empeño “rojo” por igualar a estos hombres al costado de Simón Bolívar va mucho más allá de los discursos oficiales, tanto es así que el natalicio de Simón Bolívar casi pasa por debajo de la mesa gracias a las obvias acciones por tratar de mantener vivo el ideal de quien dividió en dos a los venezolanos.