Los procesos de alta inflación y su versión extrema de hiperinflación tienen algunas características típicas. En primer lugar, suelen generarse por un pronunciado déficit fiscal financiado con impresión de dinero por parte del banco central. En segundo lugar, debido a ese hecho, sucede algo aparentemente inexplicable y es que los precios suben a un ritmo mayor al que aumenta el dinero emitido por el banco central. Ello quiere decir, que la gente termina repudiando el dinero local y tiende a adquirir otros activos sustitutos del dinero tales como moneda extranjera o activos fijos, como casas o carros. En tercer, una vez que los precios suben, la autoridad monetaria no le queda potra opción que validar esas alzas de precios con nuevas rondas de expansiones de la cantidad de dinero.
Todos esos elementos están hoy presentes en Venezuela. El déficit fiscal del gobierno se acerca al 18,0% del PIB, cifra ésta que rompe el record mundial. Ni Grecia tiene un déficit de esa magnitud. Ahora bien, más del 70,0% de ese gigantesco déficit lo financia el Banco Central de Venezuela poniendo a circular papel moneda. Evidentemente, ello crea una presión sobre los precios y la cotización del dólar en el mercado paralelo. Similarmente, en tanto que hasta mediados de junio el ritmo de la impresión de dinero es de 70,0% el aumento de los precios supera el 120,0%.
Pero hay otro elemento que le da significado al proceso de hiperinflación en Venezuela y es el hecho que la demanda de algunos bienes como alimentos y productos de cuidado personal están aumentado rápidamente al ser atesorados como sustitutos del dinero ante la expectativas de que sus precios puedan aumentar o que no se conseguirán en el futuro. Cerrado el mercado de divisas y con restricciones en el acceso a automóviles, quienes no quieren los bolívares que imprime al BCV, han optado por acumular aquellos bienes.
Cuando los precios comienzan a subir, la economía crea un mecanismo de protección, cuando las autoridades monetarias se ven desbordadas y la inflación se les va de las manos. En Venezuela, no hay mecanismos formales para protegerse de la inflación y ello está propiciando una caída muy pronunciada de los salarios, que ha sido barrido por el alza de los precios.