Víctor Vielma Molina: Sin política ni autoridad

Víctor Vielma Molina: Sin política ni autoridad

thumbnailvictorvielmamolinaQuien adquiere el poder para gobernar, mediante elecciones libres y democráticas, tiene las ventajas que da la autoridad natural y legítima para conducir, buenamente,  al País. Pero, si por el contrario, la despilfarra bajo el peso de la deshonestidad y la malversación, finalmente, no solo pierde su legitimidad durante su desempeño; pues, de manera deplorable, su presencia  en gobierno, se convierte en acto ominoso y de afrenta contra el pueblo. Poder, viene de la palabra latina posere, que indica “ser posible” o “ser capaz de”.  Por esta causa, los pueblos civilizados y democráticos eligen a un hombre, como gobernante, por un período acordado mediante Contrato Social, porque presumen, que es un “ser capaz de” conducir los destinos de sus respectivos países. Pero, si este gobernante culpa de sus fracasos a otro u otros, además de demostrar que carece de la facultad para conducir al Estado y ejercer el poder, es irresponsable y peligroso para la libertad y la paz. Una cosa es tomar el poder; otra, saber administrarlo y persuadir al pueblo de la necesidad de defender las virtudes del trabajo honesto, de poseer el orgullo de obtener dinero bien habido y sostener la dignidad de actuar dentro del imperativo del bien supremo.

Esta tarea, solamente, la podrá realizar la autoridad de un administrador de gobierno virtuoso, tal como nos lo refiere Aristóteles, y que bien cita e interpreta Luis Antonio Cruz Soto, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en su artículo de investigación: El concepto de autoridad en el pensamiento de Aristóteles y su relación con el concepto de autoridad en el comportamiento administrativo: “Por eso, siempre que alguien que sea superior en virtud y en capacidad para realizar las mejores acciones, a ése es noble seguirle y justo obedecerle. Pero debe poseer no sólo virtud, sino capacidad que le haga apto para la acción.” (Aristóteles, Política. 2000b: 1325b). En otro aparte, este distinguido investigador mexicano, cita al filosofo alemán Hans–Georg Gadamer, que en cierto modo sigue la misma orientación de Aristóteles: “Autoridad no es la superioridad de un poder que reclama obediencia ciega y prohíbe pensar. La verdadera esencia de la autoridad reside en no poder ser irracional, en ser un imperativo de la razón, en presuponer en el otro un conocimiento superior que rebasa el juicio propio. Obedecer a la autoridad significa entender que el otro —también la voz que resuena desde la tradición y la autoridad— puede percibir algo mejor que uno mismo” (Gadamer, Verdad y método). La autoridad de un gobernante edificante, ejerce el poder sin excluir ni segregar y desarrolla en paz el progreso de los ciudadanos; pero el que difama, persigue, exila, apresa, hace desaparecer al adversario, sume a los pueblos a la terrible limitación  de la escasez y la inflación,  no es político. Es hostil. Busca dispersión, división y guerra.

Aristóteles, también acepta que para ser feliz es necesaria una cantidad moderada de bienes exteriores, afectos humanos, la adquisición de la excelencia del carácter y de las facultades intelectivas. En efecto, muchas de estas cosas están siendo negadas a los venezolanos por el actual régimen. Aristóteles en Moral a Nicómaco, nos indica: “Un primer punto, que puede tenerse por evidente, es que el bien se deriva de la ciencia soberana, de la ciencia más fundamental de todas; y esta es precisamente la ciencia política.” ¿Quiénes, en nuestro país, pueden dar mayores resultados para alcanzar el bien y la felicidad? La respuesta, cierta, está en los hombres éticos, eficaces, eficientes, bien formados y con experiencia en la política. Esto indica que en Venezuela, el problema, está centrado en quienes gobiernan y no en la política, como muchos pretenden convencernos. De tal manera, la “revolución” chavista-madurista, huérfana de autoridad y en contradicción con la política, cada día hace más pobre al pueblo venezolano. Para conseguirlo, de manera perversa, sistemática y sostenida, destruye a la empresa privada, apresa, inhabilita a los líderes e interviene a los partidos políticos de la oposición, anula el diálogo y a las más viables soluciones políticas que eviten la conflagración. Por ello puede decirse, que además de torturar a los presos políticos, tortura al pueblo con limitaciones, represión, inflación, escasez, desempleo y hambre.  Esto es, demuele a la convivencia social de la nación e ignora, que todos los venezolanos, sin distinción, quieren transitar el camino de la prosperidad, del bien, de la libertad y de la felicidad.





Víctor Vielma Molina/Educador/[email protected]