La semana pasada acertadamente Nicolás Maduro visitó al Secretario General de las Naciones Unidas, Banki-Moon, a fin de plantear y zanjar, de una vez por todas la diatriba planteada por el Presidente de Guyana, que de manera grosera y desconsiderada trato de disminuir insultando al Presidente de Venezuela, con epítetos nada adecuados en el lenguaje entre Jefes de Estado y el trato considerado diplomático, en especial, de la flemática cultura ingles. Tal vez esto ocurrió por la formación militar y caribeña de Granger acostumbrado solo a dar órdenes o intentando adelantarse a las posibles y acostumbradas desconsideraciones de nuestro Jefe de Estado con gobiernos, personalidades internacionales y todo aquel que no se enmarque en los criterios políticos del Socialismo del Siglo XXI. Sin embargo, lo de Granger fue de muy mal gusto.
De los hechos, se desprende que el Presidente guyanés ha intentado aprovechar la oportunidad para sacar partida de la controversia entre los dos países, acorralando a un gobierno prácticamente aislado internacionalmente, que se presenta débil y en el más bajo nivel de popularidad, con una crisis económica, social, y política. Con una Venezuela partida en dos toletes y con todas sus energías concentradas en unas elecciones legislativas, que son capitales para el futuro político y económico de Venezuela, en donde el resultado de ser favorable a la oposición, las condiciones de las negociación variarían porque se fortalecería políticamente nuestra posición en las negociadores y retornaríamos lo establecido en el Acuerdo de Ginebra, que este gobierno bolivariano amnésico dio facilidades y rienda suelta para que los guyaneses sobre hechos cumplidos, obligarnos a reconocer lo que tiene y debe ser una “Solución Satisfactoria para un Arreglo Practico”, al cual Venezuela, siempre ha estado abierto y planteando propuestas para soluciones satisfactorias y prácticas para ambas partes. Hoy más que nunca las condiciones están dadas. ¡Hagamos de la crisis la solución!.
Ante la encerrona del último y el actual gobierno de Guyana (a la cual debemos agradecer) a Maduro no le ha quedado otro camino que reconocer y retomar las histórica negociaciones que en la democracia hemos conducido con Guyana e incorporar a expertos de la oposición para enmarcarse en el Acuerdo de Ginebra que plantea los distintos mecanismos de la resolución pacífica de la controversia, pero sobre todo, hay que reconocer y apoyar a Maduro que ha asumido el camino correcto de solicitar al Secretario General de las Naciones Unidas, la designación del Buen Oficiante, de común acuerdo y que en esta oportunidad debería tocarle por primera vez a un latinoamericano. El resultado ha sido exitoso pues Ban Ki-Moon ha hecho que el Presidente Granger abandone su posición radical, de confrontación y vuelva nuevamente a una mesa de diálogo para conversar con una Venezuela que, por ahora, da pasos acelerado hacia un nuevo avenir que conducirá indefectiblemente a conversaciones que nos encamine por el sendero del progreso y el desarrollo económico como buenos vecinos.