En aquellos días, una parte importante de la oposición a Pinochet argumentaba y no con poca razón, que ir a unos comicios amañados, contra una dictadura, con desventaja en los medios y con una estructura partidista apenas en formación era un suicidio, pero otro grupo terminó imponiendo un espíritu de esperanza, que confió en que la voluntad del pueblo sería tan inquebrantable, que todas las desventajas serían superadas. Al final quienes decidieron participar tuvieron razón y la dictadura cayó con el peso de millones de votos.
En la actualidad, Venezuela se encuentra ante la misma paradoja, las condiciones sociales, políticas y económicas del país han dado como resultado unas ansias de cambio que representan la mejor oportunidad de las fuerzas democráticas en 16 años. A pesar de ello, el control institucional sobre todos los poderes públicos, el asedio a prensa y un organismo electoral visiblemente parcializado, hacen que muchos aleguen que la participación en las venideras parlamentarias será una pérdida de tiempo.
Afortunadamente en todos los sondeos de opinión recientes, la voluntad de participar en los comicios del 6-D supera el 80%. Sin embargo, no es raro escuchar comentarios, tanto en privado, como en público, sobre la imposibilidad de obtener un triunfo este diciembre. Quienes trabajamos por el cambio nos topamos con razonamientos como: “ellos no van a dejar que ganemos la Asamblea”, “La trampa está montada” o “dictadura no sale con votos”.
Trajimos a colación el ejemplo de lo vivido en Chile, para demostrar que aún en el peor de los escenarios, y contra una dictadura criminal, la voluntad de un pueblo, bajo la conducción de unos líderes responsables, se impusieron y lograron una victoria que dio al traste un régimen de 17 años. Los venezolanos tememos la oportunidad de colocarnos del lado de la razón, la justicia, la libertad y aprovechar esta oportunidad de oro para lograr un triunfo que dé inicio a los cambios necesarios para salir del abismo donde nos colocó el gobierno.