Está comprobado: las estadísticas concuerdan en que el matrimonio hace feliz a la gente, por encima del dinero, de cualquier pertenencia y de la religión, por lo que muy probablemente, las personas felizmente casadas se sienten más dichosas que las solteras o las contrapartes divorciadas.
No hay fórmula para el amor, pero ciertos expertos coinciden en que definitivamente hay errores que nos alejan del encuentro de la formula “relación feliz”, como sucumbir a estas actitudes:
–Realmente no sabemos qué buscamos ni qué esperamos de una relación amorosa.
–La sociedad ejerce presión y, cual dictador, incita al poco o nulo criterio, al conformismo (así como se pierde la esperanza en los gobiernos, se pierde en el amor) y a las convenciones.
–La biología nos hipnotiza, mediante gradientes de concentración de neurotransmisores y ciclos biológicos que modulan cuerpo y mente (efectos físicos del enamoramiento). El amor se manifiesta en distintas partes del cuerpo.
–Muy probablemente, la principal responsable de terminar en una relación infeliz e insatisfactoria es la presión de tener pareja para encajar en los eslabones sociales.
En medio del vórtice “pánico-presión”, diferentes e intrigantes tipos de personalidades humanas afloran:
1. El romántico “amor-lo-puede-todo”: el amor es parte fundamental de una relación exitosa, pero existen muchos otros factores adicionales. La visión siglo XII de amor trágico y sufrido estilo Tristán e Isolda resulta más atractiva en los libros.
2. “Sí, sí acepto”: matrimonio con X, Y o Z, da igual, con tal de pasar por el altar. Encarnación del miedo a la soledad, a lidiar con nosotros mismos, a creer que estar solo es peor que mal acompañado.