Igual tantos venezolanos, presumiendo amor y justicia, cayeron en el engaño manifiesto de charlatanes de feria, de vendedores de sueños, de píldoras para adivinar y de pajaritos preñados…
Tuvo que venir una nueva devaluación, a pesar de la “rumba de reales” que ha entrado a Venezuela por la renta petrolera, para que cayeran en cuenta del tamaño error y engaño. De nada sirvieron los avisos y las advertencias, encandilados andaban creyendo en su faramalla justiciera histórica y todavía muchos andan bailando como zaranda con sonajero de consignas vacuas.
Esau vendió a Jacob su herencia y privilegio por un plato de lentejas, muchos remataron el saldo de su libertad por una línea blanca y una gruesa de blúmer.
Hacer colas en el día a día desde hace tiempo es nuestra mayor prioridad. Vamos en peregrinación por la ciudad y el país portátil a ver si hay azúcar, harina, pollo, papel higiénico,… A toda hora y por todo hay colas. Bertold Brecht dijo: “comer primero, luego la moral”. Pronto, muy pronto, no habrá ni lo uno y mucho menos lo otro.
Mientras en la esfera internacional políticos van en peregrinación a La Habana, en ese cuento el Líder de los Caínes del mundo tiene cincuenta y cinco años.
Por un clavo de herradura, Ricardo III de Inglaterra perdió la batalla y su reino. Apuntados en el cambio, de un clavo caliente se agarraron tantos venezolanos. ¡Cambio, papá! Dejamos de ser un país en progreso y nos enrolamos en la cola y en la lista de los perdedores. Entramos al club de los países del alba…, de los que van hacia el barranco.
Con una de “violencia de género”, iniciamos nuestro escrito, con otra de visiones del mundo, lo terminamos.
Unos amigos discuten su postura y acción en caso de saberse engañados por la mujer o compañera. Ellos son cuatro. El uno es conservador, el dos liberal, el tres progresista y el cuarto comunista. El primero dice que, de saberse engañado, mataría a su esposa. El segundo aceptaría darle la separación y el divorcio. El progresista comprensivo accedería a darle otra oportunidad, total él también se había echado canitas al aire. Finalmente, el comunista con arrebato advierte: “Yo convoco a mi familia, la armo de pancartas, palos y piedras, y todos a la Embajada Americana, a protestar”. –Cornudos unidos, jamás serán vencidos–.
Moraleja: “Todo es según el color del cristal con que se mira”. Identificarán seguramente más la letra de la canción “Según el color” de Rubén Blades que con la del poema de Ramón de Campoamor.