Juan José Moreno A.: El temor al diálogo

Juan José Moreno A.: El temor al diálogo

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En el mundo civilizado que pugna por imponerse sobre la barbarie predominante en el  universo del subdesarrollo, el diálogo y, más aún el debate, es considerado el mecanismo más eficaz para la confrontación de ideas encaminadas al logro de soluciones consensuadas; y en Venezuela,  fue durante los años posteriores al derrocamiento de la dictadura pérezjimenista, en ese período que preferimos llamar de la República civilista, la manera de resolver las diferencias de opiniones y posiciones  en torno a los temas más candentes del acontecer nacional.

Recordamos que casos como los de corrupción administrativas, fueron abordados sin pepitas en la lengua –como acostumbramos decir en criollo-, por representantes de los distintos sectores en disputa, especialmente en el Congreso de la República e incluso  ante los medios de comunicación, en ambos con la mayor libertad y proporcionalidad, hasta el punto de llegar a sentar en el “banquillo de los acusados” a funcionarios de tan alta investidura como al propio Presidente de la República. Nos llega a la memoria, entre otros, al famoso caso “Sierra Nevada”, donde el presidente Carlos Andrés Pérez, fue salvado de ser sometido a la justicia ordinaria gracias al voto del entonces diputado José Vicente Rangel.





Todos sabemos como funciona ese organismo que hoy conocemos como Asamblea Nacional, apartado de sus responsabilidades fundamentales de controlar la gestión del Ejecutivo Nacional y promulgar las leyes que fomenten el deseado desarrollo de nuestra sociedad; tenemos en cambio, en lugar de un organismo para el auténtico parlamentarismo, un escenario para la cayapa y la subestimación y humillación del talento. Muy vergonzosa resulta para los venezolanos, la imagen que transmite hacia la población de todo el territorio nacional y al exterior, una asamblea donde se desecha el abordaje de los temas que frenan el desarrollo y la satisfacción de las necesidades fundamentales de los venezolanos, pero que privilegia la cursilería, en discusiones tan intrascendentes como las de desaprobar un chiste que consideran los “parlamentarios” oficialistas de mal gusto o sobre las presuntas intenciones desestabilizadores de medios de prensa extranjera.

No hay aceptación de diálogo ni debate serio por parte del oficialismo, en ninguna de las instancias del poder nacional. No se acepta la opinión de quienes hoy representan a la inmensa mayoría de los venezolanos que padecen las consecuencias de las desacertadas políticas económicas que hoy someten a toda la población a una drástica insatisfacción de necesidades tan básicas como las de alimentación, salud y seguridad, y ni siquiera de los sectores de la producción en cuyas manos se encuentra la posibilidad de salir del atolladero. No señor, el régimen no acepta dialogar, ni con los venezolanos ni con los voceros externos que manifiestan honda preocupación por el desastre que sufrimos. Con su apabullante monólogo impuesto con su abusivo uso de la descomunal red de medios de comunicación montada por el Estado para inyectar su veneno a través de la propaganda, pretenden Maduro y Diosdado, imponer sus amañadas y contradictorias ideas sobre la conducción de un país que ha aprendido a analizar contenidos y a distinguir el bien del mal, y ese es el precisamente el temor del régimen: entienden que el raciocinio de la mayoría los apabulla, y esa que interpretan como terrible realidad los sacará fuera del juego posiblemente más pronto de lo que pueda suponerse.

No bastarán las artimañas, ni descalificación de todo aquel que se oponga a sus formas de proceder; al descontento nacional se irán sumando las voces de quienes desde el exterior les resulta ya muy difícil callar, bien porque despiertan de un letargo que unido a la complicidad  y  ceguera les ha impedido manifestar su solidaridad con el sufrido pueblo venezolano, o bien como, en el caso de Colombia,  están soportando en carne propia los atropellos de un régimen que no tiene escrúpulos para imponer sus pareceres a la fuerza y sin nada que discutir, porque dialogar seriamente con Colombia también les causa una terrible pavor.