En los pasillos del estadio Arthur Ashe, rumbo al vestuario, la agonía de Rafael Nadal tras despedirse prematuramente de otro Grand Slam en 2015 fue captada por las cámaras de televisión. Contrariado, el tenista español levantó la cabeza y cerró los ojos.
Eric Núñez/Associated Press
Nadal acababa de perder contra Fabio Fognini en la tercera ronda del Abierto de Estados Unidos, un revés que terminó de retratar la fatídica temporada del campeón de 14 grandes.
Sus resultados inesperados se amontonan, y cada vez son menos sorpresivos. Las rachas que reflejaban su excepcional regularidad se interrumpen.
—Por primera vez en su carrera, perdió en un Grand Slam tras haber ganado los primeros dos sets.
—Por primera vez desde 2004, cerrará una temporada sin haber conquistado al menos un título de Grand Slam. De hecho, no logró entreverarse en las semifinales de ninguna de las cuatro grandes citas.
—Y su verdugo fue un díscolo italiano que había perdido todos sus siete partidos en superficies duras este año antes de llegar a Flushing Meadows.
“Contra Rafa, hay que arriesgar. Hay que atacarlo cuando tengas la oportunidad”, dijo el 32 del mundo.
¿Este es el ocaso de Nadal? ¿El fin de su aureola de fuerza indomable? ¿Podrá espantar las dudas que lo martirizan a sus 29 años?
“Tengo que aceptar que este no fue mi año”, dijo Nadal tras la derrota 3-6, 4-6, 6-4, 6-3, 6-4, consumada a las 1.30 de la madrugada del sábado. “Tengo que seguir luchando hasta el final de la temporada para terminar de una manera positiva para mí, terminar sabiendo que he mejorado algo… Creo que tendré una buena base para empezar el próximo año”.
Lo menos que se le puede reprochar a Nadal es su falta de análisis crítico sobre sus fracasos, en ocasiones rayando en la autoflagelación al describir una crisis de confianza.
También se permite reírse de sí mismo ante la adversidad, como cuando un periodista le mencionó que Fognini le había superado con un abismal 70-30 en el apartado de golpes ganadores.
“Quizás soy más lento”, respondió.
Su 2015 se puede describir como el año de las oportunidades que desperdició. Se trata de una compilación de derrotas en partidos que parecía tener encaminados: cuando perdió ante Milos Raonic en Indian Wells tras desaprovechar tres match points; el desempate del primer set ante Stan Wawrinka en Roma en el que iba ganando 6-2 y perdió 9-7.
Aunque apenas cuenta con tres títulos en torneos de menor envergadura (Buenos Aires, Stuttgart y Hamburgo) y hasta retrocedió al décimo puesto en 2015, su ranking más bajo en una década, Nadal ha sido enfático al afirmar que no contempla un cambio de entrenador, leal con su tío, Toni Nadal.
Pero sabe que hay su juego precisa de ajustes, mencionando la falta de efecto en su derecha: “Son cosas fáciles de diagnosticar, pero difícil de corregir”.
“He mejorado, pero hay aún más margen de efecto y fuerza en la pelota que puedo alcanzar, tanto atacando como defendiendo con mi drive”, dijo. “Uno no llega a la cima del Everest de un salto, sino desde muchos pequeños pasos. En estos últimos meses he ido subiendo metros. No me he quedado abajo ni he descendido más. Estoy en una línea positiva, no tengo ansiedad ni nervios”.