Hace cuatro años, sentado en la sala de un apartamento de El Poblado, en Medellín, me entrevisté con uno de los más avezados “cocineros” que tuvo Wílber Alirio Varela, “alias Jabón”. Él fue por años hombre de confianza en los laboratorios clandestinos que surtían de cocaína al señalado capo de las drogas, al parecer asesinado en Mérida, Venezuela, el 30 de enero de 2008.
Mi interés era saber qué había ocurrido dentro de la mafia para que Luis Enrique Calle Serna, alias “Comba”, exservidor del temido y resbaladizo “Jabón”, lo traicionara y planeara su muerte.
Se trata de un asesinato en extremo enigmático, porque otras versiones indican que Varela habría pagado a funcionarios policiales y judiciales venezolanos para que se armara la noticia de su muerte y así se le permitiera salir de escena y evadir la mira de la DEA, que lo consideraba uno de los jefes más poderosos del narcotráfico en el mundo.
En el contexto de la conversación se repitió una y otra vez este testimonio: la droga del cartel de Varela y la de otros capos salía (y sale) por Venezuela con complicidad de altos mandos militares y autoridades de ese país, y además bajo el control de un familiar muy cercano al fallecido presidente Hugo Chávez Frías.
En el último lustro fueron capturados en Venezuela Carlos Rentería, alias “Beto Rentería” (07/2010); Maximiliano Bonilla, alias “Valenciano” (11/2011); Diego Pérez Henao, alias “Diego Rastrojo” (03/2012), y Daniel Barrera Barrera, alias “el loco Barrera” (09/2012). La lista la completan otros personajes como Héctor Germán Buitrago, alias “Martín Llanos”, y Martín Cifuentes Villa, hermano de Francisco Cifuentes Villa (asesinado en Caucasia, Antioquia, en abril de 2007).
Las altas esferas del régimen chavista y poschavista dirán que si Venezuela se convirtió en puerto de refugio y operación de narcotraficantes colombianos es algo que escapa a sus quereres y que, por eso mismo, han sido capturados o abatidos, en su territorio, más de 25 de ellos.
Pero también es un hecho que Venezuela está convertida hace más de diez años en centro de actividades del narcotráfico colombiano y que tal escenario nunca ocasionó una crisis de las proporciones de la actual. Ni Chávez ni Maduro dijeron antes que las mafias habían penetrado como larvas a unas “fuerzas armadas bolivarianas” bastante podridas por los ríos de billetes que van y vienen entre allá y acá.
Ahora en Medellín, en estas calles donde empiezan muchas de esas tramas, se advierte: qué curioso que justo cuando alias “Megateo”, actual “señor de las drogas”, era perseguido y casi capturado, se desata una crisis, mediática, calculada y distractora, por unos inmigrantes que toda la vida han estado en Venezuela sin ser vistos como “la más peligrosa amenaza” para un régimen sin duda mucho más debilitado por los vicios de su propia corrupción.
Carlos Alberto Giraldo Monsalve es periodista colombiano. Ganador del Premio Rey de España
Publicado originalmente en el diario El Colombiano