La noche del nueve de septiembre Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa se vestirán de gala. El Commodore Criterion, un centenario edificio en la Quinta Avenida de Nueva York, será el escenario donde la «reina de corazones» celebre la puesta de largo de su relación con el Premio Nobel. La tan anunciada rentrée de la pareja ya ha hecho correr ríos de tinta que hacen presuponer que todo será vino y rosas. Pero esa misma noche, a muy pocos metros de allí, se estará escribiendo la otra parte de esta historia: la de Patricia Llosa y sus hijos. Porque mientras el literato esté posando con su flamante novia, su hijo pequeño, Gonzalo Vargas Llosa, y su círculo íntimo estarán llegando a la Gran Manzana para un festejo familiar e íntimo, reseñó ABC.es
El destino ha querido que el Nobel, su mujer y sus hijos coincidan en la misma ciudad y en las mismas fechas. «Aunque estaremos literalmente a apenas unos cuantos metros de distancia, estaremos en dos mundos distintos», explica Gonzalo en conversación telefónica con ABC a pocas horas de viajar a Nueva York. «Y sin ningún contacto», se apresura a aclarar desde Londres. Manhattan tiene un triste simbolismo en este escándalo, ya que fue allí, hace apenas tres meses, donde Mario y Patricia Vargas Llosa celebraron sus 50 años de matrimonio. Fue allí también donde el laureado novelista se despidió de su mujer y tomó un avión rumbo a Madrid y a una nueva vida.
Gonzalo no cree que su padre se vaya a presentar en la reunión familiar neoyorquina. Él y su hermana pequeña, Morgana, siguen sin tener comunicación con él y no esperan que eso cambie en los próximos días.
—Han pasado tres meses de la ruptura de sus padres. ¿Cómo se encuentra su madre?
—Ella se casó con mi padre cuando tenía 18 años. Se trata de una relación de casi toda una vida. Evidentemente que un matrimonio tan largo y sólido se interrumpa súbitamente no puede dejar de ser muy duro. Felizmente, mi madre es una mujer fuerte y cada día que pasa la noto más tranquila. Pienso además que el apoyo y el afecto que le demuestran a diario sus amigos, incluyendo por supuesto a los españoles y peruanos, la está ayudando mucho a superar esta difícil situación.
—¿Sus padres ya han comenzado los trámites de divorcio?
—Entiendo que hasta el día de hoy mis padres no han hablado de la opción de divorcio. No hay que olvidar que hace solo tres meses celebraban sus 50 años de matrimonio.
—¿Cree entonces que existe la posibilidad de una eventual reconciliación?
—Yo no quisiera especular al respecto. Eso es algo que les concierne estrictamente a ellos dos. Lo que sí puedo decir es que, pase lo que pase, mi madre debería sentirse tranquila consigo misma por el compromiso, la lealtad y la fidelidad que le ha demostrado a mi padre durante 50 años. La imagen que asocio con mi infancia es la de mi padre aislado en su despacho casi todo el día mientras que mi madre se encargaba de todo: manejar la agenda de él, organizar lo relacionado con la casa y criarnos a mis hermanos y a mí. Ella se ha ocupado de todo para que él pueda dedicarse exclusivamente a escribir.