Lo conocí y era imposible no notarlo. Sobresalía entre todos: joven, con una energía impresionante y una inteligencia que hacía prever que llegaría lejos.
Yoani Sanchez | 14yMedio
Ayer lo condenó a 13 años y nueve meses un tribunal tan parcial como malintencionado. Al escuchar la sentencia calculé la edad que tendrían sus dos hijos cuando él saliera de la cárcel, pero de inmediato me paré en seco. Leopoldo López no cumplirá esos años tras las rejas, me dije, como tampoco defraudará la primera impresión que tuve de él.
Los autoritarios no aprenden. No se dan cuenta de que los barrotes engrandecen a un líder político y el dolor sufrido en el calabozo se cuelga a su pecho como una medalla ganada en el más cruento campo de batalla. Leopoldo saldrá de ahí robustecido, mientras al otro lado, un miedoso Nicolás Maduro no sabrá qué hacer con el prisionero más libre del mundo. Cada día que pase tras las rejas este venezolano le colgará como un peso vergonzante al agónico chavismo.
Recuerdo también el instante en que conocí a Lilian Tintori. Una mujer que ha tenido que saltar sobre sus propios miedos para convertirse en la ciudadana que anoche leía el mensaje de su esposo tras la injusta condena. Había una firmeza en ella que no hubiera aventurado en aquel primer intercambio de frases que tuvimos en Madrid. Sin embargo, el absurdo que ha vivido ha remarcado su fuerza, sacado a flote su resolución.
Los autoritarios no saben lo que hacen.
Leopoldo volverá. Joven, enérgico y galardonado por el dolor. Lilian ya está aquí, con esa determinación que nos hace a tantos preguntarnos ¿estaríamos dispuestos a hacer lo mismo por nuestra familia y por nuestro país?