Aunque no es tema de su competencia, en el Directorio del Banco Central de Venezuela evaluaron los chances que podría tener el bloque oficialista de alcanzar un tercio de la Asamblea Nacional, pues ya dan por descontado que la alternativa democrática obtendrá la mayoría simple. Es esa convicción, que ya permea todo el Alto Gobierno, la que explica los esfuerzos por repolarizar el país y alejar la discusión pública de los verdaderos problemas. En esa línea de acción se inscribe el inhumano cierre de la frontera, la condena contra Leopoldo y la inaceptable propuesta salarial al sector universitario y hasta la arbitraria modificación del calendario de efemérides escolares. Todo vale con tal de imponer un discurso de “nosotros contra ellos” y reavivar una polarización artificial que les permita contener el deslave en su base de apoyo popular.
Al respecto, rescato el argumento central del análisis que, con base en los resultados de la más reciente encuesta del IVAD, hizo Edgard Gutiérrez en su reciente artículo titulado “El quiebre”. Cito: “Lo que venía luciendo como un acelerado deterioro de un régimen, hoy va más allá. Sostengo que en Venezuela se produjo un quiebre. ¿Qué significa esto? Pues una ruptura de la sociedad (o de la mayor parte de ella), con un orden político establecido. Hay que decirle adiós a la famosa polarización del 50-50. En Venezuela ya cuajó un cambio radical en las opiniones y éste producirá, tarde o temprano, consecuencias políticas. La inmensa mayoría ya rompió con una forma de ejercer el poder”.
¿Y qué tiene que ver esto con la economía? Traigo el tema a colación porque afectará negativamente los precarios canales de comunicación que aún se mantienen entre el Gobierno y los gremios empresariales, en un momento en que el aparato productivo se viene a pique. Es público y notorio que, a pesar de los repetidos embates por parte de los voceros oficiales, Fedecamaras, Consecomercio y demás gremios insisten en sus esfuerzos de acercamiento y hasta han planteado propuestas concretas de reformas que podría implementar el Gobierno sin tener que abandonar el “modelo”, todo en aras de dar un respiro al aparato productivo y subsanar en el corto plazo la crítica situación de escasez de productos. Puede que dichas propuestas no sean la solución estructural al problema económico, pero constituyen un gesto sincero de acercamiento que no debería descartarse de plano.
Lamentablemente, es de esperar que, como parte de su agenda de repolarización, el Gobierno recrudezca sus ataques a los sectores productivos y de manera particular al empresariado organizado, tratando de usarlos como chivos expiatorios, a pesar que el mencionado estudio del IVAD indica que apenas 5,0% de los encuestados responsabiliza del desabastecimiento y la escasez a la empresa privada, frente a un 47,8% que responsabiliza al Gobierno Nacional y otro 14% que señala directamente al presidente Maduro. En otras palabras, al momento de repartir culpas, por cada venezolano que responsabiliza a la empresa privada hay otros doce que responsabilizan a Maduro y su combo (¡un marcador de 12 a 1!). La lógica indicaría que para un Jefe de Estado no es momento de repolarizar sino más bien de triangular políticamente, pero como reza el refrán: el que va a caer no ve el hoyo.