La tradicional fiesta de la cerveza comenzó este sábado en Múnich, en el sur de Alemania, donde las autoridades tomaron medidas para evitar eventuales incidentes entre los refugiados que llegaron en los últimos días y los numerosos visitantes que acudan al evento.
AFP
El alcalde de la capital bávara, Dieter Reiter, inauguró a las 12H00 locales (10H00 GMT) la 182º edición de la Oktoberfest, el mayor festival dedicado a la cerveza en todo el mundo, al servir la primera pinta.
Este sábado se prevé la llegada de unos 400.000 visitantes del mundo entero. Muchos turistas adoptaron la vestimenta tradicional: pantalón corto de piel y tirantes bordados para los hombres, blusas plisadas y muy escotadas para las mujeres, todo diseñado para acomodar unas barrigas tensas por el alcohol.
La fiesta, que empezó celebrándose en octubre para conmemorar el matrimonio de Luis II de Baviera, se adelantó para disfrutar de un clima más agradable. En sus 16 días de duración, se prevén seis millones de participantes, que deberían dejar unos 1.000 millones de euros para la economía local.
“Nos gusta esta tradición, todo el mundo acicalado. Es una verdadera fiesta popular”, dice Gabriel Estrada, un ingeniero mexicano de 49 años que trabaja para BMW.
Su esposa Beatriz, de 48 años, cree, sin embargo, que “hay mucha gente preocupada” que “no sabe qué va a pasar y teme las agresiones”.
Porque Múnich afronta la llegada de numerosos refugiados -40.000 en los dos últimos fines de semana- que huyen principalmente de Siria, Afganistán e Irak, aunque el restablecimiento de los controles en la frontera con Austria, el pasado domingo, redujo su afluencia.
“La situación es mucho menos tensa que en los últimos días”, confirmó Wolfgang Hauner, portavoz de la policía federal.
Las autoridades quieren “separar los distintos grupos para que no se produzca ninguna situación de conflicto”, sobre todo con “los solicitantes de asilo de países musulmanes, que no están acostumbrados a encontrarse en público con gente sumamente ebria”, dijo el ministro bávaro del Interior, Joachim Herrmann.
Wilfried Blume-Beyerle, encargado de la Oktoberfest en el gobierno bávaro, explicó que los visitantes de la fiesta será orientados directamente hacia la salida sur de la estación ferroviaria, cerca del Wiesn, el lugar donde se reúnen los bebedores de cerveza.
Los migrantes saldrán por el norte, donde unos voluntarios los acogen cada día con comida, bebida y otros productos de primera necesidad.
“No podrán mantener eternamente los controles en las fronteras”, opina Colin Turner, uno de los portavoces de esos voluntarios, que prevé que vuelva a aumentar la llegada de refugiados a Múnich tras el final de la Oktoberfest, el 4 de octubre.