¿Tiene fronteras el régimen de Maduro cuando se trata de definir hasta dónde puede llegar para mantener el poder? ¿Tiene límites? Si no los tiene, ¿qué tan lejos puede llegar? ¿Quién o qué lo puede detener?
Lo que hemos visto del régimen venezolano en más de tres lustros nos dice que cuando se trata de mantener el poder, este no tiene límites de ningún tipo. Preservar el poder a como dé lugar es su fin último y cualquier medio que utilice para lograrlo estará bajo su óptica justificado, así ello sea ruina económica, muerte o destrucción. No es pues para nada una sorpresa que este régimen en la búsqueda desesperada de mecanismos para continuar indefinidamente en el poder juegue hoy a la guerra, apelando a tensiones y conflictos fronterizos con Guyana y con Colombia, por ahora. Pareciera que al régimen ya le faltan países fronterizos para crear tiranteces. En su crítica al régimen la oposición ha denunciado de manera general los objetivos infames en razón de los cuales el gobierno de Maduro ha promovido los enfrentamientos con los países vecinos; vale la pena detenerse en ellos para apreciar que, a pesar de lucir similares, estos objetivos son múltiples y diferentes aunque todos igualmente perversos. Cuando menos se pueden identificar cinco propósitos en las amenazas de conflictos con otros países.
El primero y más general es distraer la opinión pública de los más graves problemas que el país padece. La inflación o la inseguridad pueden ser muy graves, pero más grave aún es la posibilidad de una guerra; dos, justificar cualquier penuria económica existente y su posible acentuación por las exigencias que impone siempre la defensa de la patria; tres, generar apoyo político para el régimen frente a una amenaza externa; cuatro, servir de coartada para eventualmente declarar un estado de emergencia y suspender total o parcialmente las próximas elecciones; y cinco, poder justificar nuevos negocios de armamentos en un momento de graves carencias económicas.
Sin embargo, las jugadas con conflictos fronterizos están llenas de riesgos para el régimen. Uno de esos riesgos es que las tensiones asociadas a esos conflictos pudieran alterar significativamente la situación interna de la fuerza armada venezolana que al igual que el resto de las instituciones del país, ha sido severamente degradada por el régimen. Otro riesgo es que las tensiones devengan en un conflicto armado, en cuyo caso nadie puede saber cuál será su suerte, menos aún la de un gobierno que ya se ha mostrado tan incapaz en tiempos de paz.
Por lo pronto resulta claro que cuando se trata de mantener el poder, el régimen venezolano no tiene fronteras de ningún tipo: éticas, institucionales, ideológicas o religiosas. En su perversa enfermedad y necesidad de poder, el régimen no tiene fronteras. La única frontera que puede encontrarse es aquella que le oponga el país democrático, movilizado y organizado. En ese sentido la cita del próximo 6 de Diciembre, la ruta que nos conduce allá y las acciones una vez lograda la mayoría en la Asamblea Nacional, son clave.
Las fuerzas democráticas actuando en forma unitaria, con inteligencia y coraje, serán una frontera infranqueable para el régimen.
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