¿De verdad en el gobierno pensaban que con el cierre de la frontera disminuirían las colas? ¿Todavía les sorprende que esa medida no haya hecho mella en la escasez? La propaganda oficialista ha querido presentar las largas colas para comprar todo tipo de bienes como un fenómeno excepcional (un “periodo especial”), fruto de circunstancias excepcionales (una “guerra económica”), que amerita de medidas excepcionales y sobre todo de la comprensión del sufrido pueblo. La realidad es diametralmente opuesta: las colas constituyen un fenómeno que ha sido estudiado hasta la saciedad por los economistas, siempre son fruto de controles absurdos impuestos por gobiernos tóxicos, nunca disminuyen con la imposición de mayores controles y, más dramático aun, solo desaparecen cuando dichas políticas erradas son abandonadas o el sistema sencillamente colapsa.
La gente clama por la eliminación de las colas y eso es algo perfectamente factible, solo que para ello hay que entender que, en el caso venezolano, las colas obedecen a tres causas interconectadas: el inevitable fracaso del modelo económico socialista, la consolidación de un mecanismo mafioso de asalto a los dineros públicos y las peculiaridades de una izquierda trasnochada a la que paradójicamente le da pena asumir su barranco comunistoide.
En un primer nivel, el más fundamental, las colas son expresión directa del tipo de colapso en las capacidades productivas al que siempre conduce el errado modelo de controles. Dicho colapso es independiente de la debacle en la renta petrolera y es producto de la política de ataque sistemático al sector empresarial, sometimiento de la masa obrera y eliminación progresiva de las libertades económicas. Como resultado, el cúmulo de bienes disponible en la economía no alcanza para todos, no importa como Usted lo corte, lo pique, lo raye, lo empaquete, lo reparta. Es por ello que la eliminación de las colas pasa por una rectificación en lo económico que elimine los controles absurdos, que revierta las expropiaciones y que implemente las más elementales reformas orientadas a reactivar el aparato productivo nacional.
En un segundo nivel, las colas son agravadas por el mecanismo mafioso diseñado para enriquecer a la cúpula gobernante. Se estima que, en el mejor de los casos, apenas la mitad de los dólares destinados a importaciones se materializa efectivamente en insumos y bienes finales, y el resto se lo embolsillan. Además, al inventario de bienes regulados efectivamente disponible hay que restarle lo desviado por las mafias que trafican a gran escala y, por último, al inventario que finalmente llega a los anaqueles toca restarle lo que se llevan quienes hacen su cola y compran para revender. Lo poco que queda es lo que toca repartir entre los consumidores finales a golpes y empujones. Es por ello que para eliminar las colas, además de reactivar el aparato productivo, hay que desmontar el nefasto control de cambio que pulveriza buena parte de los ingresos petroleros.
En un tercer nivel, y esto sí que es algo novedoso, las colas en Venezuela son innecesariamente agudizadas por la manera que esta izquierda trasnochada quiere aplicar un cruel ajuste pero “sin que la vaina se vea muy comunistoide”. La ciencia económica ha demostrado concluyentemente que asignar bienes escasos mediante un mecanismo de colas es lo más ineficiente e injusto que se pueda concebir, pues en las colas no solo se impone la ley del más fuerte sino que se destruye un enorme caudal de horas productivas. Es así como todas las experiencias socialistas serias han establecido raciones de consumo por persona, que si bien constituye una solución inferior al mecanismo de mercado, es sin duda superior al mecanismo de colas. ¿Por qué entonces en Venezuela no hemos adoptado una cartilla de racionamiento por la calle del medio? Porque, aunque Usted no lo crea, en el Alto Gobierno piensan que semejante medida se vería como muy cubanoide. Es por ello que para eliminar las colas, además de reactivar el aparato productivo y desmontar el control de cambio, hay que darle una lección histórica a ese grupo de políticos tránsfugas que se apoderó del Psuv. No es política, es economía.