Las destructoras termitas rojas echaron por tierra a los determinantes factores de producción de la economía y del progreso de Venezuela. No diversificaron a la economía; pero desmantelaron al mismo aparato monoproductor y apolillaron a Pdvsa. A su vez, sistemáticamente, arruinaron a las empresas en estado de producción que generaban fuentes de empleo y riqueza verdadera, fomentaron la corrupción y el despilfarro, saquearon las reservas monetarias y violaron a la Ley del BCV, debilitaron al bolívar y condujeron al pueblo venezolano a ser, uno de los más pobres del mundo. Por esta causa vemos el abandono, el deterioro, la falta de mantenimiento de la infraestructura y el menoscabo de las superestructuras de las instituciones gubernamentales. Esto, es una muestra más, de su voraz apetito e insuficiencia.
La gente reclama a gritos un cambio de gobierno. ¡Es insostenible esta situación! Se siente el estallido de los vidrios del hambre en los estómagos de las mayorías. Se escucha el espantoso crac de la economía. ¡Esto no puede seguir así! Y para colmo, estas extrañas criaturas simulan paz; pero nos colocan al borde de la guerra. Es el viejo truco. Hacen más evidente la creación del enemigo interno y externo, para desviar la atención o neutralizar a su inminente y estrepitosa caída. Las termitas rojas han destruido a su propio poder, de él solo les queda el cascaron. No tienen asidero. Buscan desesperadamente, como en otrora, un conflicto que las salve.
Víctor Vielma Molina/Educador/victormvielmam@gmail.com