Estos últimos días los medios han sido inundados por una cantidad de declaraciones de miembros de la cúpula cívico-militar que ocupa el poder en Venezuela, que demuestran su total desapego a los valores de la democracia y peor aún, su desprecio por el mínimo respeto que le deben al venezolano.
Lo primero que destaca es la forma como Maduro se desentiende de los problemas que afectan a los venezolanos. La continua mención de agentes externos como responsables de la grave crisis que sufren los venezolanos lo descalifica como presidente y pone en tela de juicio el control que debiera tener sobre el país. Las encuestas demuestran que los venezolanos no se creen el cuento de la guerra económica y que lo responsabilizan junto a su gobierno de la gravedad de la escasez, la inflación indetenible, la criminalidad desatada y los injustificables problemas de infraestructura como las fallas eléctricas, los cortes de agua y la tragedia del servicio de internet por mencionar solamente algunos. Es la clásica “actitud de la persona que miente con descaro y defiende o practica de forma descarada, impúdica y deshonesta algo que merece general desaprobación.” Lo que acaba de leer apreciado lector es la definición de cinismo.
Y es que el cinismo es lo que, en mi opinión, mejor explica el comportamiento de la camarilla gobernante que el Chávez de 1998 no hubiese dudado en llamar cúpula podrida. Cinismo es la declaración de Diosdado Cabello cuando dice que de la oposición ganar la Asamblea Nacional daría un golpe de estado. Además de ridícula, semejante alocución trae a la memoria de quien escucha, la participación de Cabello en la fallida intentona golpista del 92 y como ha hecho del parlamento un parapeto inservible al servicio de la cúpula podrida y totalmente divorciado del pueblo.
El cinismo continúa cuando el más bien obeso gobernador del Estado Bolívar sugiere que si hace falta se debe comer piedras fritas. Esta ausencia de respeto para con la gente pone de relieve una de las peores herencias del chavismo: el gobernante que cree estar por encima del pueblo que le otorgó el mandato. Resulta fatuo pensar que el proceso político en la situación que vive el país pueda estar por encima de los requerimientos de unos ciudadanos que han sido abandonados a su suerte como si vivieran el más salvaje de los neoliberalismos.
En desafortunado acontecimiento, el defensor del pueblo fue víctima en México de una situación que sufren muchos dirigentes políticos venezolanos cuando llegan a su propio país. Fue retenido por una supuesta circular de interpol en su contra. La justificada queja del defensor no se hizo esperar. El asunto es que nunca hemos visto a este funcionario actuar de la misma forma cuando por ejemplo, Ramos Allup, María Corina Machado o David Smolansky sufrieron situaciones idénticas en Maiquetía sin que mediara orden alguna. Resulta cínico que una situación semejante sea una afrenta para unos y una situación que tienen que soportar otros sin que nadie los defienda.
En esta constelación de barbaridades cínicas, Jackeline Farías invita a hacer colas sabrosas para disfrutar el vivir viviendo. Hay que ser un desalmado para pensar que la fila para comprar comida que consume horas de la vida de los venezolanos pueda ser algo que deba ser celebrado. Muy seguramente esta señora está entre los privilegiados de la cúpula gubernamental que no tiene que hacer colas para abastecer su despensa.
La otrora luchadora por y defensora de la libertad de expresión Desirée Santos Amaral declaró entre muchas inexactitudes que en Venezuela no hay censura. Este acto de cinismo se comete al mismo tiempo que un tribunal ordena la captura forzosa del editor Miguel Henrique Otero por el inexistente crimen de replicar una noticia aparecida en un medio extranjero. Conatel impide el acceso a páginas web que presentan información que al gobierno molesta. Sacan de las cableras a canales de televisión por transmitir la realidad del país. Si eso no se llama censura entonces no coincidimos en el significado del término.
Compitiendo por la cúspide del cinismo la presidenta del CNE llama turismo electoral a la observación internacional al tiempo que invita a una cuerda de amigos del proceso a “acompañar” las elecciones que se celebrarán el 6D. Es imposible no considerar esto una vulgar burla a la inteligencia y paciencia del venezolano.
Todo este ambiente cínico al que nos tiene sometido el proceso chavista se escuda en su supuesto carácter revolucionario. Este tipo de movimientos políticos actúan bajo el maquiavélico esquema de que el fin justifica los medios. Este aborto político, si me perdonan la dureza de la expresión, es producto de la poca estructuración conceptual que Chávez tenía y le dejó a sus herederos. Él nunca tuvo claro lo que significaba un proyecto político de largo aliento. Prefirió la receta de su mentor Fidel Castro: según vaya viniendo vamos viendo. Es decir, un esperpento que va tomando las formas que la situación coyuntural vaya marcando.
Sus herederos, vista su poca formación y desparpajo, solo podían empeorar las cosas. Se muestran desconectados de la gente. Desconocen su realidad. Desprecian sus aspiraciones. Se creen que por tener una maquinaria política son invencibles. Todo eso me trae a la memoria lo que sucedió entre 1997 y 1998. Una dirigencia política que no supo leer los vientos de cambio resultó arrasada por el huracán que se les vino encima a pesar de haber sido pronosticado.
La situación se repite. Los radares muestran turbulencia social. Dejan ver grandes masas de descontento popular. Los aires cálidos de las necesidades no atendidas contribuyen a la formación de una tormenta que irremediablemente barrerá con todo lo que encuentre a su paso. Principalmente con las cínicas cúpulas podridas del oficialismo.