Una mujer chilena que fue anestesiada e intervenida por un niño de 11 años recibirá una cuantiosa indemnización por parte del Servicio de Salud de la ciudad de Iquique, en el norte de Chile, donde en 2006 fue sometida a una intervención que la dejó con graves lesiones. EFE
Miriam Briceño Montaño, intervenida por una patología en el nervio carpiano de la mano derecha hace nueve años, recibirá 50 millones de pesos chilenos (unos 73.400 dólares) por las serias lesiones que sufrió tras ser operada por un médico que fue asistido por su hijo menor de edad.
Briceño, quien tras la operación sufrió la pérdida total de la movilidad de la mano, denunció que el doctor Olmedo Valencia le practicó una intervención junto a su hijo menor, quien le inyectó la anestesia e incluso le realizó un corte con un electrobisturí.
“El doctor preparó la jeringa y se la pasó al niñito. El niño preguntó ¿todo, papá? y el padre le dijo que sí. Me inyectó la anestesia en la mano, un poco más abajo de la muñeca”, señaló la indemnizada.
Briceño dijo que al término de la operación el médico, de nacionalidad colombiana, la felicitó por el comportamiento que tuvo durante el procedimiento. “Es una buena paciente”, le dijo.
“No como la abuelita de antes, que lloraba tanto”, acotó el niño, en un diálogo que según Jenny Aliaga, abogada de Briceño, era propio de dos colegas.
Según indica el fallo adoptado por la Corte Suprema chilena, se dio por establecida la “falta de servicio” y se determinó la existencia de la relación de causalidad entre aquella y el daño provocado.
Además, la decisión recalca que el traumatólogo debió realizar la intervención “sin la participación de su hijo menor de edad”.
La mujer no fue la única que desveló la activa participación del menor de edad en una operación del traumatólogo Valencia, pues en 2008 un guardia de seguridad chileno también denunció la intervención del niño en el quirófano como ayudante de su padre.
“El doctor hizo el corte y comenzó a operar, luego con una pinza el niño movió los tendones y al final el pequeño también me cosió la mano y le preguntaba al papá si estaba quedando bien”, afirmó en ese entonces Esteban Gómez Barrios al diario La Estrella, de Iquique.
El chileno, quien también denunció la pérdida de la movilidad del dedo operado, aseguró que además del cirujano en el quirófano había una enfermera y el niño, que al igual que su padre utilizaba guantes, delantal y mascarilla.
Esteban Gómez dijo que después de su operación preguntó en el hospital si era normal que participara un niño en la operación y le respondieron que era “algo común”.