Entiendo que el momento que vive Venezuela exige grandes sacrificios. Algo así como dejar pasar por debajo de la mesa ciertas actuaciones del sector opositor, con la única finalidad de no “torpedear” la unidad.
Todas las palabras que tengan que ver con la unidad son fácilmente vendibles, porque nada más loable que estar unidos para hacer algo importante. El problema nos aturde cuando nos preguntamos sobre los propósitos de la unidad que algunos quieren fabricar, y con incomodidad nos paseamos por el escenario que la usan como franquicia o emblema para conservar parcelitas de poder. Piensan en chiquitico, en ellos y quizá hasta en su grupo o entorno familiar, pero no siento que trabajan para salir de este berenjenal en el que estamos sumergidos desde hace años.
Ese accionar acrecienta la desesperanza. Por un lado nos sentimos perseguidos y azotados por un régimen oprobioso; y por el otro, nos enfrentamos a personeros que habilidosamente se han apoderado de lo que quieren hacer ver como los acreedores de la bandera de la unidad y del único camino hacia la transformación. Los indignados quieren sinceridad.
Las encuestas dicen que el venezolano ha dejado de ser alegre y poco a poco ha sucumbido en una profunda tristeza. Está triste porque está acorralado, desesperanzado y le teme al futuro.
Cobraremos cuando tendamos puentes
El tema electoral no es motivo de ilusión por muchas razones. Una de ellas es por ese trillado discurso mediante el cual nos quieren hacer ver que ahora sí es verdad que vamos a ganar y a cobrar. Ya hemos escuchado esa expresión. Pero es que, además, la gente está convencida de que un régimen de malandros difícilmente puede ser desplazado por la vía electoral.
No tengo ninguna duda de que en condiciones normales, o al menos decentes, ese inmenso sector que adversa al régimen sacaría una mayoría abrumadora de diputados. Pero, este gobierno no es decente ni mucho menos democrático, por lo tanto, no esperemos que lo que hoy dicen las encuestas lo anuncien en los boletines “irreversibles” del CNE. Claro que somos más, pero no olvidemos que el espíritu del finado anda como ánima en pena exclamando: “Esta es una revolución pacífica, pero armada”.
Basta de engaños
Le estaríamos propinando una estocada al corazón del venezolano si vendemos falsas expectativas. Hay que hablar con claridad. El 6/D representará solo un ejercicio para la organización al cual sin vacilación alguna tenemos que asistir. Pero el cambio lo comenzaremos a sentir el día en que los puentes para la transición estén construidos, esos que comunicarán a todos los sectores: civiles y militares, oficialistas, opositores e indignados. ¡Ojalá que el 6/D inauguremos esos puentes!
@pabloaure