El inglés Lewis Hamilton (Mercedes), que este domingo se ha proclamado, por tercera vez, campeón del mundo de Fórmula Uno, se ha convertido por méritos propios en un icono de este deporte, que, al desoír consejos de expertos, acertó al cambiar de equipo e inmortalizó en la categoría reina el número 44.
Tras ganar el campeonato de las Series GP2 en 2006, Hamilton, de 30 años, debutó en Fórmula Uno en 2007, con McLaren y al lado del español Fernando Alonso, que venía de convertirse, con Renault, en el doble campeón mundial más joven de la historia.
Entre el doble campeón mundial asturiano, que había llevado el ‘1’ a McLaren, y el talentoso debutante inglés no tardaron en saltar las chispas. Justo el tiempo que tardó la prensa británica y Bernie Ecclestone, mandamás de la F1, en darse cuenta de que estaban ante el mejor producto posible para un deporte que es al mismo tiempo espectáculo, guerra industrial y, sobre todo, un gigantesco negocio.
Lewis no sólo era rápido. Era negro. Se podía convertir en el primer gran piloto de esa raza y eso ampliaba a cientos de millones los potenciales nuevos seguidores del circo del gran motor. El chico de Stevenage estaba llamado a representar en Fórmula Uno lo mismo que el estadounidense Tiger Woods en el mundo del golf.
Después de subirse al podio en sus cinco primeras carreras, Lewis festejó su primer triunfo en Canadá, antes de repetirlo en Estados Unidos una semana después, en el último Gran Premio disputado en Indianápolis. Hamilton, que apuntaba a convertirse en el campeón más joven de la historia -plusmarca que detentaba su compañero- se quejó ante los medios ingleses de que su equipo había favorecido a Alonso en Mónaco.
Y a partir de ese momento, todo el asunto comenzó a írsele de las manos a Ron Dennis, jefe de equipo de las ‘flechas de plata’.
En Hungría -donde Hamilton festejó su tercer triunfo, después de que a Alonso le ‘bajasen’ de la ‘pole’ al sexto puesto, en no del todo claras circunstancias- se declaró la guerra civil interna; McLaren había sido sancionado por un asunto de espionaje y un año que apuntaba a doblete de títulos acabó como el rosario de la aurora: en la última carrera, por un solo punto sobre ambos, el finlandés Kimi Raikkonen se acabó llevando el Mundial, en Sao Paulo.
Con Alonso lejos de Woking, al año siguiente Hamilton ya se convertía en indiscutible rey y señor de una escudería que afirmaba llevar “en la sangre”. Mejoró en uno los cuatro triunfos de 2007 y le ‘birló’ el título, ante su público paulista y en la última curva, al brasileño Felipe Massa, al que superó en un punto.
En los siguientes cuatro años en McLaren, nunca pasó del cuarto puesto en el certamen. En 2009, año en el que se coronó con Brawn su compatriota Jenson Button, ganó sólo dos carreras. Y entre 2010 y 2012 fue testigo de los primeros tres años triunfales del alemán Sebastian Vettel, que encabezó el cuatrienio glorioso de Red Bull.
Lewis repitió en 2011 las tres victorias que había logrado un año antes y las aumentó a cuatro en 2012, cuando anunció que abandonaría McLaren y que se enrolaba en el proyecto Mercedes, con el que el alemán Michael Schumacher -hombre récord de la F1, con siete títulos y 91 triunfos- sólo había logrado un podio en tres temporadas.
Las críticas le llegaron desde muchísimos ángulos, pero, sobre todo, desde su propio país, donde estimaban que el cambio sería a peor y que pronto echaría de menos McLaren. Tardó sólo dos carreras en hacerlo: en Sepang, durante el Gran Premio de Malasia de 2013, pretendió hacer un ‘pit stop’ con su flamante Mercedes en el box de su antiguo equipo, provocando la anécdota divertida de la segunda carrera de un año en el que sólo logró un triunfo.
Hamilton resistió más comentarios en su contra cuando acabó la temporada con sólo una victoria. Y a partir de ahí, demostró a los detractores de su cambio de equipo que los grandes equivocados habían sido ellos.
2014 se convirtió en el primer año de la dictadura deportiva de Mercedes, que tomaba el testigo de Red Bull.
Tras retirarse en la carrera inaugural, en Australia, el inglés encadenó en las siguientes pruebas cuatro victorias que aumentaría a once para ganar su segundo título, que no pudo festejar hasta la última etapa, en Abu Dhabi, donde se estrenó -para retirarse justo después- la regla de puntuación doble en la última etapa del año.
En la primera temporada en la que los pilotos podían elegir el número de su coche, sin la obligación de portar el ‘1’ de campeón, Lewis inmortalizó el ’44’ con el que acaba de repetir título.
Si el año pasado hubo lugar a dudas y se establecieron claras reglas internas de no agresión, 2015 sirvió como confirmación definitiva de que el líder indiscutible de Mercedes es Hamilton. Que en Austin firmó, con su cuadragésima tercera victoria, la tercera mejor marca histórica de triunfos en F1, deshaciendo el empate que le unía a Vettel desde hace dos semanas, en Rusia.
Donde había superado las 41 de su ídolo, el brasileño Ayrton Senna, fallecido en 1994 tras ganar tres títulos.
Los que igualó este domingo el excéntrico Miembro del Imperio Británico, que luce cadenas de oro, numerosos tatuajes y peinado con rubio platino; y se prodiga en las redes sociales, en las que ha convertido en estrella a su bulldog favorito, de nombre Roscoe.
Hamilton logró su décimo triunfo del año este domingo, para empatar también las tres coronas de uno de sus jefes, el austríaco Niki Lauda, mito viviente de la categoría reina del automovilismo; y las del escocés Jackie Stewart, único británico que presumía de ‘triplete’ hasta la fecha.
Además, se colocó a la altura del australiano Jack Brabham y del brasileño Nelson Piquet. Sólo tiene por delante a cuatro: Vettel y el francés Alain Prost, con cuatro títulos; el argentino Juan Manuel Fangio, cinco veces campeón; y el estratosférico Schumacher, con siete coronas.
Entre las 91 victorias y las suyas sólo tiene ya al citado Prost, que ganó 51 carreras de Fórmula Uno y al que, si mantiene la racha gloriosa de estos dos años, podrá igualar en títulos y superar en triunfos en 2016. A bordo de un coche muy dominante, no hay nadie que pueda discutirle su talento. Hamilton ya es un mito. EFE