“Hola, mi nombre es Rachael. Necesito tu ayuda. Padezco un desorden alimenticio, que es un tipo muy severo de anorexia. Es una enfermedad psicológica que provoca mucho sufrimiento físico”, dijo en mayo de 2015 esta mujer de Californica, EEUU, en un video en el que pedía con desesperación fondos para su tratamiento.
“Hay un hospital al otro lado del país que podría ayudarme, aunque mis posibilidades son muy estrechas. Ron y yo necesitamos tu ayuda. Estoy lista para mejorar, así que, por favor, si hay algo que puedas hacer para salvar mi vida, por favor, ingresa al enlace que ves y haz lo que puedas. Cualquier cosa ayudará. Gracias”, concluía el mensaje, parte de una campaña en GoFundMe.
Rachael pesaba entonces 18 kilos, apenas podía hablar y dependía de su marido, Rod Edmondson, para cumplir con cualquiera de sus rutinas diarias. El éxito de la campaña le permitió recaudar más de 200.000 dólares, suficientes para tratar su mal.
Primero fue a un hospital en Denver, donde le dijeron que ya no podían hacer nada por ella. Hasta que decidió viajar a Portugal. Allí fue “tratada con amor”, como ella misma dijo, y tras un largo tratamiento logró salvarse.
“Mi cuerpo no respondió a ningún tratamiento porque no entendieron que el cerebro tiene que ir junto al cuerpo. Finalmente fui tratada con respeto, y no sabía que lo merecía”, explicó Rachael.
Las fotos no dejan dudas. La mujer, de 37 años, se ha recuperado. Hoy ha vuelto a los Estados Unidos y esta semana participó en Washington D.C en la segunda Marcha anual contra los Desórdenes Alimenticios en Washington.
Allí fue descubierta por una cámara de NBC Los Ángeles, ante la cual Rachael dio su testimonio. “Tengo mucha gente respaldándome ahora y tengo una plataforma para crear conciencia sobre la necesidad de ayudar a las personas con anorexia nerviosa”, explicó Rachael, quién aún tiene dificultades para mantenerse en pie.
En su cuenta en Facebook, desde donde agradece una y otra vez a quiénes la han ayudado, Rachael alababa en agosto la clínica en Portugal que la trata. “Su metodología de amor y apoyo que hace al paciente sentirse seguro es algo que nunca había experimentado. En mis pasadas experiencias con tratamientos solo tuve métodos de recompensa/castigo”.
Para ella, lo más importante en el tratamiento ha sido sentirse “segura”. “He descubierto la seguridad y el sentimiento de seguridad es esencial para mi recuperación”.