Por supuesto, según el presidente no hay inflación ni escasez sino una política coherente de precios justos y distribución socialista. Lo cierto es que en materia económica pasa lo que en otros ámbitos de la vida de la nación: Las mentiras ocupan el lugar de la verdad, el truco el de la norma, la hipocresía el de la honestidad y las ventajas el de la equidad. Por eso, no extraña que el gobierno presuma que es factible aparentar el despegue de la economía de la misma forma que Jorge Rodríguez inventa votos y militantes.
El simulacro define lo que acontece en esta sociedad gobernada por Maduro. Mientras los medios oficiales publicitan que Venezuela es uno de los países más felices del mundo, un mar de la felicidad en estricto sentido, por Maiquetía y las fronteras salen miles de ciudadanos a realizar las vidas que merecen y perseguir el futuro que aquí se les está negando. Son muchos los padres que reconocen que sienten vergüenza de la situación a la que han llegado: celebrar la separación forzada de sus familias; el exilio de sus hijos adolescentes.
Aquí hasta los sentimientos más íntimos se deben disfrazar; nada es lo que parece. De hecho, la élite roja con una cara declara sobre el compromiso que tendría en contra del tráfico de drogas y, con la otra descalifica las gravísimas denuncias que por ese mismo delito se vienen formulando en contra de altos funcionarios del gobierno y sus familiares. Por cierto, en este teatro del horror en el que se ha convertido la nación los militares han desempeñado un papel estelar. Desde hace años son guardaespaldas de Maduro antes que custodios del pueblo y la Constitución. Y, por si fuera poco, Tibisay Lucena quien ha resultado una verdadera actriz proclama la imparcialidad del CNE al tiempo que autoriza el diseño de un tarjetón cuyo único fin es confundir al electorado, no garantizarle su derecho a elegir con la libertad que la Constitución le consagra.
Además, Lucena se jacta de la autonomía del CNE mientras que oculta que fue un cubano quien reorganizó el sistema de identificación, migración y extranjería con el que se alimenta y modifica el REP. El cubano José Lavandero García, la mano derecha de Ramiro Valdés aquel angelito que diseñó el G2 para los Castro, es el cerebro detrás del sistema de información que contienen los datos sobre la identidad de los venezolanos y de los extranjeros nacionalizados que viven en Venezuela.
La inteligencia cubana tiene más detalles sobre los habitantes de este país que los rectores del CNE. Los jefes del G2 saben cuántos extranjeros que no están nacionalizados ejercerán el voto el 6 de diciembre; también conocen quiénes son y en cuáles circuitos están registrados. Por ejemplo, ellos tienen el número de sirios y cubanos que votarán en estas parlamentarias.
En su despacho con fotos de Chávez y Maduro detrás de su escritorio, Adel El Zabayar, presidente de la comunidad siria en Venezuela y diputado del PSUV, recién declaraba que en el país hay dos millones de sirios. Un dato que no se debería pasar por debajo de la mesa estando a días de unas elecciones que serán cruciales para el destino de la república. ¿Alguien sabe cuántos sirios están legalmente autorizados para votar? A lo mejor, fueron sirios y cubanos el millón y pico de personas que, al decir de Jorge Rodríguez, participaron en el simulacro del PSUV; pues la calle ha dejado bien claro que los venezolanos de pura cepa están listos para votar, pero en contra de Maduro.
Alexis Alzuru
@aaalzuru