Han pasado más de 100 años desde que se hundió, pero el Titanic sigue siendo una historia muy rentable. Y no hablamos sólo de cine y de Kate y Leo en cubierta, sino de la subasta de piezas rescatadas del transatlántico más famoso de todos los tiempos, que lleva décadas moviendo cifras astronómicas. 20minutos.es
Si hace sólo unos meses se pagaron 88.000 dólares por la carta de la última comida servida en el lujoso restaurante del Titanic, ahora ha sido el turno del menú de la cena. De la última cena, nunca mejor dicho. Parece que los millonarios que viajaban en primera clase quisieron llevarse la carta de recuerdo antes de salvarse. Muchos lo consiguieron a base de pagar por un sitio en los pocos botes que había, cuenta la leyenda.
Por lo visto, la cena se cotiza más que el menú del mediodía puesto que por esta reliquia gastronómica se han pagado casi 119.000 dólares -unos 110.000 euros al cambio actual- en una reciente subasta celebrada en Dallas, Estados Unidos. Se trata, según los organizadores de la subasta, de la única que se salvó del naufragio, y de ahí su elevado precio, aunque no ha trascendido el nombre del comprador.
Pero más allá del precio, ¿qué se sirvió en aquel último banquete la noche del 14 de abril de 1912? Ostras, filet mignon, pato asado y demás delicatesen en un menú de nada menos que 10 platos. Por si alguien pensaba que lo de los interminables menús degustación era algo de ahora.
Mención especial para el punch romaine servido como sexto plato, y que es algo así como el equivalente de la época al sorbete contemporáneo, tan habitual en cualquier menú de boda que se precie, para poder aligerar un poco el tema y seguir comiendo. De postre Waldorf pudding, melocotones con gelatina de Chartreuse (un licor francés), èclairs, helados y quesos. Y, por supuesto, todo ello acompañado del correspondiente maridaje de vinos.
Algo más frugales eran los menús del mediodía, en los que los distinguidos pasajeros de primera clase se contentaban con un consomé, un surtido de todo tipo de carnes, una buena selección de platos a la parrilla y, por si alguien se quedaba con hambre, un buffet (salmón, gambas, anchoas de Noruega, roast beef…) y la clásica selección de quesos que no puede faltar en cualquier menú con un espíritu tan francés como éste.
Aunque resulte tentador lo de ‘comer como si no hubiera un mañana’, tal vez no sea el comentario más adecuado para hablar de un menú del Titanic.