Francia ha sido víctima de un nuevo ataque terrorista por parte del fundamentalismo jihadista ejecutado por un comando del llamado estado islámico (ISIS). Un asalto brutal, sangriento y artero a Paris, corazón de Francia y uno de los centros más importantes de la Unión Europea, que ha dejado el abominable saldo de 130 víctimas mortales y 99 heridos graves. Manifestamos nuestra más enérgica condena a este acto criminal. Expresamos nuestras condolencias a la Nación francesa y nuestra más activa solidaridad con el pueblo francés.
Este ataque de ISIS, tiene las características de una acción militar coordinada por grupos comandos con la intención de causar, amparados en el factor sorpresa, el mayor número de víctimas posibles con el fin de sembrar el terror entre la población civil, sembrando el desasosiego y enervar las condiciones de la vida democrática civilizada.
No obstante, es importante no fijarnos sólo en los aspectos militares y policiales de estos ataques terroristas y subrayar los aspectos civilizatorios y culturales que los motivan. Los ataques del fundamentalismo islámico llamase AL QAEDA, ISIS, HAMAS, HEZBOLLAH, son ataque a los valores de la civilización liberal democrática occidental, esto es lo que es objeto de su odio: nuestro modo de vida secularizado, abierto, pluralista y tolerante.
Sin embargo, no es raro encontrarse con análisis que convierten a las víctimas en culpables. Y para nosotros es crucial combatir el discurso insensato de culpar a los EE.UU., al imperialismo, a la propia Europa de estos ataques. Sería el propio Occidente el culpable del terrorismo, sería una especie de Némesis por su comportamiento respecto del combate al extremismo. Los únicos culpables de estos ataques son las organizaciones terroristas, ellas son las que tienen la motivación e intensión criminal, ellas los planifican y financian con la finalidad de alcanzar ventajas (con miras a su liquidación) políticas, militares, económicas y sobre todo culturales y religiosas sobre Occidente. En no pocas ocasiones las actuaciones de EE.UU. y Europa en Oriente próximo y Asia en materia militar, política y cultural han sido erráticas y plagadas de inconsecuencias y no pocas veces han resultado en auténticos desastres, pero esto es sólo la excusa en la que pretende ampararse el fundamentalismo y lamentablemente no pocos intelectuales occidentales que le hacen de comparsa.
El fundamentalismo es una forma perversa de la política y la religión, es el reverso inherente de la cultura cristiana y del modelo de vida democrático, creen sostener una relación privilegiada con Dios, por eso no están en la creencia sino en la verdad. De ahí, su relación directa con la muerte como forma privilegiada de la política. Por eso, como civilización cristiana, liberal y democrática debemos defender los valores de la vida predicados en su momento por el Papa Juan Pablo II y ratificados hoy en la predicación del Papa Francisco.
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