El uruguayo Luis Suárez volvió a ser determinante anoche en el partido contra el Roma, al marcar dos de los seis tantos de su equipo (6-1), confirmando su estado de gracia con el gol desde que justamente hoy hace un año marcó su primer tanto oficial con el FC Barcelona.
EFE
Procedente del Liverpool cuando tenía 27 años (llegó como Bota de Oro, compartida con Cristiano Ronaldo), el fichaje del uruguayo se cerró para incrementar el potencial goleador del conjunto catalán, a buen recaudo bajo la dirección de Messi y en menor medida del brasileño Neymar Jr.
La cuantía descomunal abonada por su traspaso (81 millones de euros; contrato hasta el 30 de junio del 2019), y más cuando el jugador iba a tener que cumplir cuatro meses de sanción de la FIFA por haber mordido al italiano Chiellini en el mundial de Brasil, no ha sido nunca una objeción en el club catalán, donde están convencidos de haber hecho el negocio del año.
Luis Suárez vivió en el purgatorio cuatro meses, como un apestado por la sanción tras morder a un rival, hasta que pudo debutar en un amistoso con la zamarra azulgrana a finales de septiembre de la temporada anterior, contra la débil selección de Indonesia sub19. Marcó y volvió a experimentar el placer de llevar el balón al fondo de las mallas.
No obstante, el gran momento fue su debut oficial como azulgrana, que no pudo tener un marco más idóneo que en un clásico, el que se disputó en el Bernabéu el 25 de octubre del año pasado, en el que el Barcelona perdió 3-1. Suárez salió de titular, no marcó y en el minuto 69 fue reemplazado por Pedro Rodríguez.
A la soledad por no ser apto para su equipo durante cuatro meses le siguió la travesía por el desierto, debido a una sequía de no ver puerta durante cinco partidos, hasta que en la quinta jornada de la Liga de Campeones, en la visita del Barça al campo del Apoel, Luis Suárez abrió el marcador con un bello tanto, al que le siguieron tres más de Messi para completar el 0-4.
Desde entonces, el gol ha sido su compañero, pero más destacado aún ha sido su faceta de jugador incansable en la ofensiva, con un trabajo a destajo que resulta fundamental para su equipo.
El éxtasis para el jugador llegó en la pasada final de la Liga de Campeones, en la que el Barça ganó al Juventus por 3-1, y Suárez marcó el gol victorioso (2-1), que después redondeó Neymar en el añadido.
El técnico Luis Enrique Martínez está encantado con el charrúa y con su labor, más allá de sus goles, y sus compañeros saben que tienen en él al primer defensor del equipo, pues suya es la primera presión para evitar que el rival se organice con el balón, lo que lleva a contagiar dicha actitud a futbolistas menos propensos a meter la pierna para molestar al adversario, como Neymar y Messi.
Y no sólo el técnico y sus compañeros viven una comunión perfecta con el uruguayo, sino que el Camp Nou está rendido al ariete suramericano porque marca, asiste y es un incansable soldado en el terreno de juego, que no se arruga en ningún escenario.
Luis Suárez no es el prototipo de jugar habilidoso y técnico que elabora el centro de tecnificación del Barça (La Masia), pues adolece de esa pureza y virtuosismo que muestran muchos de sus compañeros, pero cuenta con una condición que lo hace ser amado por sus seguidores y es su tesón en cada jugada y lo generoso que se suele mostrar si un compañero está en una situación más favorable que él para marcar.
Suárez es un ídolo en el Camp Nou, en una época en que Messi se lleva casi todos los elogios y Neymar empieza a despuntar como un futuro sustituto del argentino cuando éste decida dar un paso atrás. Suárez sabe que es un subordinado de Messi, no se queja ni protesta ante este rol, y el argentino es conocedor que para brillar necesita tener a su lado a un luchador incansable como es Suárez.
El trabajo de Suárez tiene una incidencia mayúscula en el trabajo del Barcelona y los resultados. Anoche marcó dos tantos, dos de los que abrieron el tanteador ante un Roma que se llevó media docena. En el anterior, contra el Madrid en el Bernabéu, volvió a marcar otro par.
Su idilio con el gol le ha llevado en los últimos seis partidos a marcar diez tantos, que le sitúan con once en esta Liga y cinco en la Champions, guarismos que fácilmente podría superar respecto de los logrados la temporada pasada (16 en la Liga y 7 en Europa). En poco más de sesenta partidos jugados con el Barça, el charrúa lleva marcados 42 goles.
La magia de Suárez tiene luz propia, pero también tiene mucho que ver con la sintonía que ha alcanzado con sus dos socios de la ofensiva azulgrana, Messi y Neymar, con quienes la buena relación en el campo va mucho más allá, hasta convertirse en amistad.
Es el llamado tridente del Barça, uno de los tríos más demoledores que ha tenido nunca el FC Barcelona, y es que actualmente no hay nada comparable en el planeta futbolístico, por eficacia y estado de gracia.