Navegar a vela es la serenidad y la lentitud. Hay que tomar en cuenta que el apuro no conduce a buen destino. Apreciar el viento, el sonido leve de la estela, el silencio cruzando el mar, las noches de estrellas y la luna que indica el camino. Todas las travesías requieren de horas. Muchas horas.
Alfredo Daes –el capitán del velero Isadora– lo sabe. Es un hombre de mar. En cuanto logró tener su primer peñero se hizo a la mar para cruzar hasta Margarita desde La Guaira. Ahí se quedó prendado de tanta costa. Aprendió con los carpinteros de ribera y se hizo un barco grandote para pescar donde hubiera peces. También llevó pasajeros. Conoce el mar, el viento, las corrientes. Por eso no viaja cuando el Caribe se pone intenso.
A partir de diciembre –es decir ya– se va a alguna isla cercana y le arregla los barcos a otra gente. Es una de sus habilidades. Se conoce a la perfección los vericuetos de cualquier embarcación, ya sea de vela o motor. Con Alfredo nunca nos quedaremos a la deriva. Sabe resolver. Le ha tocado mil veces. Su esposa Carolina está aprendiendo. Su mayor ventaja es que adora el mar y no se marea. Maneja el timón durante las maniobras de anclar y atracar.
Isadora –la hija de ambos– se queda profundamente dormida en cuanto suben la vela y apagan el motor. Se despierta cuando el velero se detiene, estira piernas y brazos y observa el nuevo paisaje que le descubren sus padres.
Un día en velero. El viaje más sencillo desde Margarita es un día en Los Frailes. Salimos a las 7:30 am desde la marina de Venetur. El viento nos favorece así que toda la travesía es a vela. Son cerca de dos horas y media. Vamos conversando y pescando. Logramos sacar un carite que me dejaron pelear solita. Admito que me entra un frenesí delirante. Doy alaridos, me angustia horrores que se vaya mi pez, que logre burlar el anzuelo o que reviente el nylon. Afortunadamente no ocurre. Alfredo le clava el bichero en cuanto se acerca y lo saca. Fue nuestro almuerzo glorioso con una ensalada y arrocito blanco. Las suculencias de picar las llevaron Sumito Estévez y su esposa Sylvia, nuestros compañeros de viaje.
Nadamos, vimos el fondo del mar, volvimos a nadar y bañarnos muchas veces bajo un sol espléndido en un mar con la temperatura del cuerpo. En Los Frailes no hay nada ni nadie. Solo naturaleza feliz, farallones, rocas, arbolitos que hacen equilibrio. Al momento de zarpar, los delfines nos despidieron. Eran como 20. Dieron brincos, nos acompañaron, le dieron la bendición de mar a nuestro regreso.
La Blanquilla y Los Testigos. Alfredo también ofrece travesías de 4 y 5 días a La Blanquilla y Los Testigos. Son entre 10 y 12 horas de navegación. Hay que ser marino. Si te mareas, el viaje es un verdadero martirio. La opción de ir adentro es solo para los más duros. Se mueve mucho y la falta de viento empeora el mareo. Son 3 camarotes: 2 pequeñitos de popa que comparten un baño y otro un poco más grande en la proa con su baño. La cocina y el comedor abajo aunque todo se hace en la batea porque es mucho más sabroso.
Alfredo es muy conversador. Tiene montones de historias. Puede parecer un poco brusco, pero es que los capitanes son la autoridad en un barco. Los horarios son rígidos para las comidas. El agua dulce es un tesoro. No tiene planta desalinizadora y mucho menos aire acondicionado. Una neverita sencilla y hielo en cavas. No esperen lujos. Solo mar y viento en espacios donde llega muy poca gente.
La Blanquilla es absolutamente solitaria. Solo hay un puesto de la Guardia y algunas rancherías de pescadores cuando es época. Irán a la playa del Americano, a otra con dos palmas y verán muchos puentes naturales. El agua es deliciosa y la arena muy blanca. Los Testigos es mucho más grande, con pueblos, abasto, rancherías de pescadores y la dicha de subir hasta la cima en Testigo Grande para ver el paisaje y que el viento te menee. Me encantan Barlovento y Playa Real. Muy pocos venezolanos llegan a estos parajes, regalo de nuestro país privilegiado en esta costa Caribe.
Es verdad que Alfredo no ofrecerá viajes en diciembre, pero sugiero que le escriban de una vez para que reserven el año que viene. Un año que pinta complicado, pero esperanzador. Empezaremos el cambio.
Datos vitales
Alfredo Daes y Carolina
Correo: veleroisadora@gmail.com
@veleroisadora