Juan Marcos Colmenares: Pobreza y hambre

Juan Marcos Colmenares: Pobreza y hambre

thumbnailjuanmarcoscolmenaresHoy los venezolanos somos más pobres que en 1998, cuando Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales. Ese año la pobreza en Venezuela fue de 45,4% y hoy es de 76% (tres de cada cuatro hogares venezolanos), con un 49% de pobreza extrema [“Encuesta Condiciones de Vida en Venezuela – Encovi 2015”, universidades Católica Andrés Bello (UCAB), Central de Venezuela (UCV) y Simón Bolívar (USB)].

Son pobres los venezolanos que generan ingresos solo para cubrir su necesidad de alimentación, sin llegar a 2 canastas básicas. Tienen un promedio educativo que puede llegar a educación media; viven en viviendas precarias que no llegan a ser ranchos, con piso de cemento, paredes de bloques y techos de zinc o acelolit. La tenencia de esa vivienda puede ser propia o sin papeles; carecen de alguno de los servicios públicos (agua, electricidad, teléfono fijo, recolección de basura); y disponen de equipos básicos del hogar como: cocina, nevera, TV, DVD y microondas. Son pobres en extremo, quienes no generan ingresos suficientes para cubrir su necesidad de alimentación. Su promedio educativo escasamente llega a educación primaria. Viven en ranchos que forman parte de una invasión, con piso de tierra, techos y paredes de materiales de desecho, sin servicios públicos (agua, teléfono fijo, electricidad, recolección de basura); y disponen de muy precarios activos de hogar: cocina de bombona, TV o nevera.

Lo inconcebible es que en estos mismos últimos 15 años, cuando la pobreza se ha convertido en un problema endémico, Venezuela recibió los más altos ingresos de toda la historia: Más de Dos Millones de Millones de dólares provenientes de la renta petrolera. ¿Dónde fueron a parar esos extraordinarios ingresos?





Opinan que el incremento de la pobreza es consecuencia del aumento de los precios de los bienes, por el proceso inflacionario y la pérdida del poder adquisitivo del salario real. Pero estas no son las causas, sino los efectos o daños colaterales de una nefasta administración pública, de un estado manejado por la burocracia más incompetente y corrupta de nuestra historia; de un indiscriminado gasto público, del financiamiento del Banco Central a PDVSA y otras empresas estatales, de la quiebra de las empresas estatizadas, de la expropiación de empresas privadas, de los controles a un sector privado ahogado en deudas y regulaciones; y de la corrupción y el saqueo por parte de este régimen felón y por militares de la peor calaña manejados desde Cuba.

Pero aún no hemos llegado a lo peor. Desde el punto de vista financiero la deuda venezolana es la más riesgosa del mundo, más que los países en guerra, debido a la falta de confianza y la probabilidad acumulada de un default o falta de pago de deudas vencidas. Los inversionistas no se arriesgan a venir al país cuando el Banco Central no esconde cifras, por la situación incierta para la propiedad privada y porque no hay seguridad económica, ni un clima de tranquilidad, paz y entendimiento entre los sectores de la sociedad. Y desde el punto de vista de producción y abastecimiento de alimentos, la falta de materias primas ha obligado a varias fábricas a interrumpir su producción: Empresas Polar, Pepsico Venezuela, Alimentos Heinz y otras.

El próximo año será de más hambre y mayor pobreza sino se aborda con firmeza esta crisis, cuyo problema fundamental tiene como única solución el diseño de políticas económicas en función del impacto anticipado de las regulaciones a través del mercado, de un ambiente de autonomía e independencia de los poderes públicos. Y esto solo puede lograrse con un cambio radical del régimen y del modelo económico, lo antes posible.

Apostamos por un triunfo de la alternativa democrática en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre; por un cambio político radical y profundo; y por un gobierno de transición y de entendimiento el próximo año 2016.

*Abogado
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