Un día de primavera para nuestra historia, para confirmar esa sublime vocación que consagró a nuestra república el 5 de julio de 1811 y dibujó memorables escenas en indescriptibles luchas en estos doscientos cuatro años.
Un día para oír el trinar de los pájaros que sobrevuelan el valle donde cabe todo el mundo porque es cobijado por la verde sombra del Ávila. Ese canto de las aves celebrarán el resurgir de un país que hoy dejó de ser, el que desconoce Cadenas en su poema, pero que es el mismo país que perpetuó Andrés Eloy, ese país multicolor que siempre ha soñado Cruz Diez y que entonó el tío Simón. El país que no merece más tristezas ni más despedidas. El país que seguimos siendo en el fondo de nuestros corazones venezolanos.
Un día cualquiera de diciembre donde se rasgará el velo de la arrogancia, del totalitarismo, de la inmoralidad. Un día que sólo conocerá el amanecer porque la noche habrá terminado.
Un día para despertar espiritualmente y dejar a un lado este absurdo enfrentamiento por algo que desde el principio no valió la pena. El día en que es necesario entendernos como siempre lo hemos hecho, porque eso somos los venezolanos: paz.
Un día para entender lo que realmente es la democracia y superar esta nuestra tragedia de imposiciones forzosas que nos empujaron tan atrás que caímos en el fondo. Este día de tantas manos decidiendo es un día para gritar con orgullo que somos el bravo pueblo que el yugo lanzó pues los venezolanos nunca nos hemos rendido.
6 de diciembre, el día que tantos hemos esperado pese a todo. El día para ¡al fin! Volver a fundirnos en el abrazo de la libertad que nos arrebataron hace dieciséis años. Es el día que derrumbaremos el disparate de la torre de babel que nos enfrentó, que se arrogó el derecho de decidir quiénes son venezolanos y que al final sólo fue el sueño destructor de una revolución ya putrefacta de errores por toda el hambre que hay en la calle, por toda la sangre que signó cada día de socialismo, por todos los fracasos, por todas esas injusticias y todo ese odio que nunca tuvo ni tendrá justificación en esta tierra de gracia.
Es el 6 de diciembre, sí, el día que debemos aceptar nuestros errores, nuestras omisiones, nuestras cobardías, nuestro rancho mental y transformarlo todo en un día de luz, de redención para que nunca más, nunca más, el vil egoísmo vuelva a triunfar. Es el día de detener esta locura porque Venezuela nunca mereció este final tan trágico.
Este es el día en que no podrán porque nuestra fuerza es insuperable y nuestra fe en Venezuela es inquebrantable.
¡Fuerza y fe Venezuela!
Robert Gilles Redondo