Ramón Piñango: Creo que parte del país está esperando magia

Ramón Piñango: Creo que parte del país está esperando magia

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Hace 30 años, Moisés Naim y Ramón Piñango publicaron un libro del que todavía se habla en círculos académicos e intelectuales: El caso Venezuela: una ilusión de armonía. Los autores señalaban una serie de creencias y prácticas que incidían negativamente en el desarrollo social, político y económico del país. Hoy, Piñango, sociólogo y profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración en Caracas, quisiera haberse equivocado en el diagnóstico, porque resulta desalentador pensar que Venezuela no solo no ha mejorado, sino que ha retrocedido. Lejos de querer caer en el cinismo, Piñango reflexiona nuevamente sobre el pasado y el futuro, de cara a las elecciones parlamentarias, que asume como el principio de una oportunidad de cambio, publica El País de España.





Pregunta. Han pasado treinta años desde que escribieron el libro. Hoy existen nuevos actores, ¿pero se puede llegar a la conclusión de que éste país se repite a sí mismo en un círculo vicioso?

Respuesta. No voy a hablar por Moisés, pero yo tengo la impresión que algunos problemas se agravaron. La noción de “hay para todo y todo es posible” se agravó. Y se agravó porque hubo mucho dinero. Y se agravó aún más porque había un líder muy fuerte. Al final era el sumo árbitro, el máximo jefe, no trabajaba en equipo y tomaba decisiones en vivo y en directo. Entonces eso agravó el síndrome de “hay para todos y todo es posible”.

P. Pero ya no hay para todos, a alguien le tienes que decir, “no hay”. ¿Eso es un sacrilegio en Venezuela?

Tiene que haber un proyecto que cautive. No es posible basar un proyecto político nada más en el rechazo al otro

Ramón Piñango, sociólogo

R. Es un sacrilegio. Y dónde está el liderazgo fuerte para decir “no hay, pero créeme que si hacemos esto, en un plazo no muy largo vamos a estar mejor”

P. ¿Existe ese liderazgo?

R. Tengo dudas. Será la historia la que demostrará la fortaleza de ese liderazgo. Si el liderazgo que tenemos actualmente no logra enfrentar las necesidades económicas importantes, y no logra ciertos resultados, aunque sean modestos, pero que te crean una esperanza que las cosas pueden mejorar, se puede crear vacíos importantes de poder y de liderazgo, que tienden a ser llenados de alguna manera.

P. Ustedes afirmaban que este es un país de ideas grandilocuentes. Este también es un país de hombres héroes que creen que solo ellos pueden ejecutar esos proyectos tan ambiciosos. ¿Cree que es posible que pueda emerger de nuevo ese tipo de liderazgo?

R. Siento, a veces, en la conversación cotidiana, que en el fondo hay un añoro a Chávez. Un Chávez de mi confianza, hecho a mi manera, que responda a mis valores, a mi forma de entender el mundo, y que la gente lo siguiera para que el proyecto fuese viable. Chávez no creó equipo, no sabía como hacerlo. Yo quisiera encontrar un equipo de gobierno.

P. ¿Percibe que la sociedad venezolana sigue esperando una solución mágica?

R. Yo creo que parte del país está esperando magia, en el chavismo y el anti chavismo. Y se ha creado por las circunstancias, se cree que el 6 de diciembre va a ser un switch instantáneo. Yo creo que se iniciará un proceso de cambio, tortuoso, impredecible, con riesgos de serios vacíos. Con eso no quiero sonar escéptico, yo prefiero que la pelota esté rodando.

P. ¿A qué se refiere con que la pelota está rodando?

R. Que hay más juego político. Puede haber una Asamblea que contradiga al Ejecutivo o un Ejecutivo que contradiga la Asamblea, y no que no tengas un juego absolutamente predecible. Añoro un país en donde no pueda salir una ley habilitante fácilmente, que no se sepa qué puede sentenciar un tribunal supremo. Eso llamo yo un juego más democrático en donde la pelota va de una lado a otro.

P. ¿Estas elecciones son el fin de una ilusión y el comienzo de otra?

R. Hace tiempo se acabó esa ilusión de armonía, ahora ni siquiera está esa ilusión. Hoy comenzamos a especular sobre como hacemos para ponernos de acuerdo y reconstruir este país sin que haya violencia en un momento en el que no hay recursos. Y hay una esperanza muy curiosa. Es la esperanza de al menos el 70 por ciento del país de salir de alguien, pero, ¿después qué? Tiene que haber un proyecto que cautive. No es posible basar un proyecto político nada más en el rechazo al otro. Al final necesito ser imán y hacer soñar a la gente.

P. Hace 30 años ustedes ya tenían muchas dudas sobre el tipo de consenso que se podía construir en Venezuela, y no era un país tan polarizado y fracturado como ahora.

R. Yo no recuerdo, y estoy siguiendo la vida política del país desde comienzos de los 60, un momento tan retador, porque ahora es difícil pensar en un ámbito en el cual no hayamos empeorado. Entonces, lo que viene va a requerir conocimiento pero también mucha creatividad para lograr crear una propuesta atractiva, que inspire a la gente, y que permita postergar la satisfacción de ciertas necesidades que no sean fundamentales. Para construir una esperanza necesitamos logros en plazos relativamente cortos, en los próximos meses.

P. ¿Qué se necesita para poder construir ese consenso, o para poder tramitar el conflicto entre dos bandos que no termine de manera violenta?

R. La gente está hablando hoy de la necesidad de cohabitación, otros de coalición para gobernar, otros de aprender a coexistir. La coexistencia, que es lo más básico, requiere que haya árbitros creíbles. Inevitablemente, en situaciones normales hay querellas, enfrentamientos, diferencias, pero en este momento de vacas flacas, de niveles de inseguridad tremendamente altos, con acusaciones muy serias contra quienes están gobernando y hasta vinculaciones con el narcotráfico, se necesita construir credibilidad. El conflicto va a ser inevitable y no podemos defender solamente de la buena voluntad de las distintas partes. Tiene que haber árbitros. No sé si estoy soñando demasiado pero ojalá se pudiera lograr un fiscal de la nación alrededor del cual haya convergencia de distintos sectores como una persona proba, seria, conocedora del sistema judicial. Y un tribunal Supremo de Justicia.

P. ¿Quisiera que ese diagnóstico de hace 30 años no siguiera vigente?

R. Sí. No estaríamos teniendo esta conversación. Lo de los árbitros es una de mis obsesiones. Me repito como un loro que no sabe decir otra cosa desde el 84. Todavía me siento rogando para que por favor prestemos atención que sin un árbitro creíble, es difícil mantener la paz en este país.