En ocasión a los resultados en las pasadas elecciones parlamentarias, con un claro y nítido triunfo de la opción democrática representada en la Mesa de Unidad Democrática, Alberto Federico Ravell nos trae un inspirador mensaje de reconciliación nacional con este artículo.
Gloria al vencedor, honor al vencido.
Pasado mañana se cumplen 191 años de la gran victoria de Sucre en Ayacucho y luego de la cual, el Virrey del Perú José de la Serna, herido y preso, al entregarle sus armas -en señal de rendición le dijo “Gloria al Vencedor” a lo que obtuvo como respuesta “Honor al Vencido”.
Evoco este pasaje pues, soy hijo de un hombre que en procura de la democracia vivió 15 años prisionero de la dictadura y otros 10 en el exilio, en los cuales lo acompañé, una vez abatida esa dictadura jamás pensó en la revancha ni en la humillación de quienes lo habían afrentado.
En esta etapa de la historia del país me ha correspondido ser víctima de jerarcas que sin ninguna medida han abusado del poder con una conducta que hoy ha sido rechazada de manera contundente por el sentido de nobleza del venezolano.
Lejos de pensar en aprovechar los resultados electorales para instar a que con los derrotados se utilice la misma conducta que ellos han convertido en ley, creo que debe interpretarse la voluntad del electorado en ejercicio de la soberanía, como una orden de que cesen esas formas de actuar.
Como no he tenido ni voy a tener cargo alguno, por lo que a mi respecta puedo asegurar que quienes han sido mis perseguidores no oirán de mi una palabra a menos que sea en respuesta a alguna de sus típicas alusiones hacia mi persona, como normalmente lo han hecho hasta ahora, disparando por mampuesto.
La experiencia de mi padre y la que me ha tocado vivir me ha enseñado que la única manera de acabar de raíz con esa forma de actuar lo constituye la civilidad, el debate de ideas y nunca la persecución de las personas por pensar de manera diferente.
El resultado de las elecciones de ayer significó, entre otras cosas, el rechazo contundente del discurso de odio.
El país manifestó que no quiere un gobierno que solo sea de una parte de sus habitantes a la par que se hace enemigo de la otra. Quiere un gobierno que lidere un proyecto que lleve a todos hacia la prosperidad y el modernismo, que busque de verdad la mayor suma de felicidad para todos.
De allí que, sin cohenestar la comisión de los delitos que se hayan podido cometer, a los nuevos diputados toca dictar leyes que, sobre los escombros de la ruina puedan edificar una nueva sociedad aprovechando todo cuánto se pueda rescatar de la demolición que han hecho de la economía, con la participación de todos los sectores.
Los resultados electorales llaman a que vencedores y vencidos entiendan que se trata de una oportunidad inédita que el destino les ofrece de dejar atrás las odiosidades aldeanas y rescatar al país asentándose ya no los recursos naturales con que cuenta sino sacando lo mejor que existe en el interior de los venezolanos.
Hay que dar vida a las palabras a A.E. Blanco “por mi ni un odio hijo mio, ni un solo rencor / Por mí, no derramar ni la sangre que cabe en un colibrí”
Únicamente de esa manera podrá haber gloria para el vencedor y honor para el vencido.