A pesar de los abusos cometidos por parte del gobierno nacional y de las continuas amenazas de ganar “como sea”, un porcentaje mayoritario del pueblo venezolano, cansado de las arbitrariedades, se llenó de esperanzas y fue a votar demostrando que solo se puede ganar “como es”.
Inmediatamente después de haber sido balbuceados los resultados por parte de la presidenta del Consejo Nacional Electoral, los medios televisivos, transmitieron en vivo, la reacción de Maduro, quien ignoró el mensaje subyacente en la decisión del pueblo venezolano, de rechazo a su gobierno y sus políticas. El presidente hizo una alocución para sí. Fue su discurso de siempre, en el que ratificó su modo de entender el poder, porque como no encuentra eco en la mayoría de los venezolanos, debe repetírselo el mismo. Nicolás quiere que se diga todo el tiempo que su gobierno y el socialismo son inderrotables, no admite posibilidad alguna de que los errores cometidos por él hayan sido la causa de la pérdida del favor popular y sigue achacándole culpas a una inexistente guerra económica.
Sigue sordo y ciego, tratando de defender lo indefendible, excusándose de ser el responsable del caos económico que hundió al país en la más alta inflación del mundo y en un desabastecimiento atroz en todos los rubros, que es el culpable del agotamiento de las reservas internacionales, la pavorosa criminalidad y y el brutal empobrecimiento de toda la población.
Por eso es tan importante, que todos los factores de democráticos de este país interpretemos correctamente, el resultado obtenido el domingo, en un proceso histórico.
Este triunfo es de todos, de los partidos políticos que antepusieron los intereses del país a los suyos propios, se aliaron para presentar una sola tarjeta y pusieron sus dirigentes y activistas al servicio de la unidad; de los candidatos (ganadores o no) que se fueron a las calles a llevar el mensaje del cambio con humildad, haciendo equipo y sumando voluntades sin importar tendencias políticas; de los testigos de mesa que no abandonaron los centros ni un minuto; de los funcionarios públicos que vencieron el miedo a las amenazas; de aquellos que en honor a quienes ya no nos acompañan convirtieron su dolor en fuerza; de los ciudadanos que entendieron que los programas sociales no son dadivas del gobierno sino el cumplimiento de su obligación; de quienes hicieron horas de cola porque en sus centros electorales se aplicó operación morrocoy; de los venezolanos radicados en el exterior que hicieron un alto en su cotidianeidad y un esfuerzo económico para apoyar con su voto un país mejor en pro de quienes decidimos quedarnos; de los usuarios de las redes sociales que hicieron uso consciente de ellas y contribuyeron con sus divertidas ocurrencias a hacer mucho más llevadero el infinito retraso de Tibisay Lucena; de quienes elevaron una oración por Venezuela.
Pero también es el triunfo de quienes hasta hace poco tiempo confiaron en el socialismo y el domingo decidieron darle una oportunidad a la alternativa democrática. Sobre todo a ellos, debemos demostrarles que no se equivocaron. Debemos desde ya, a comenzar la reconstrucción del país, entendiendo que todos somos necesarios y que ganamos todos.