Curiosa reacción la de los personeros del régimen cuando tachan a los venezolanos que votaron contra ellos como traidores y malagradecidos. No contentos con eso, tienen la desfachatez de declararlo sin ningún decoro para que lo recojan los medios o que su acción se haga pública a través de las redes sociales. Al hacerlo, demuestran su menosprecio por la dignidad de un pueblo que se hartó de sus mentiras y falsas promesas. Y algo peor, es que esa misma actitud indica que no terminan de entender que esos millones de ciudadanos, que el 6 de diciembre pasado acudieron en masa para depositar su voto, lo hicieron movidos por sentimientos de rabia y repudio. Desde la superioridad moral que estos delincuentes se atribuyen, se ven a sí mismos en el papel de redentores, de reivindicadores y que sus motivaciones vienen dictadas por el altruismo, por su amor hacia el pueblo y por tanto no merecían esa ingratitud por parte de quienes ellos han amado tanto. Igual pensaba el Che Guevara, quien acuño la frase “El verdadero revolucionario está guiado por los más grandes sentimientos de amor.” Pasión que lo llevó a fusilar a miles de cubanos o el Pol Pot, quien por puro amor fue el responsable del asesinato de millones de camboyanos. Monstruos que se creen sus propias mentiras.
Están tan desorientados en su conducta que no se dan cuenta que la relación entre esta caricatura de revolución y los venezolanos llegó a un punto comparable como cuando una mujer, hastiada de los malos tratos recibidos de su pareja, le pone fin al vínculo que la había unido a un hombre mentiroso, irresponsable y malversador que prefería gastarse el dinero con los amigotes mientras la maltrataba física y sicológicamente, cayéndole a golpes e insultándola. Pero, para fortuna nuestra, esa mujer llamada Venezuela les dijo basta a estos delincuentes.
Y ahora, después que fueron maleteados por este noble pueblo al que todavía pretenden engañar, dentro del más puro estilo Goebbeliano vuelven a mentir, culpando a otros por sus fracasos y aferrados a esa imaginaria guerra económica que ya nadie les cree. Afectados por el despecho, le reclaman a esa masa desilusionada y llena de rabia, su poca consideración por los regalos que les hicieron, simples mendrugos caídos de la mesa, la cual ellos dejaron como lo hizo el barbarazo, “que hasta el queso que había sobre la mesa, también se lo comió”. Subestimando a ese pueblo que ellos dicen amar tanto, seguros de que cambiarían su voto por un plato de lentejas. Como si al esconderle las verdades con la desinformación transmitida a través de los canales del estado u ocultada tras los ojitos del galáctico, a la gente se les iba a olvidar las horas que pasaron bajo el sol y la lluvia, haciendo largas colas, refugiados bajo la sombra de un pedazo de cartón, evitando que se les achicharronara el cerebro, para poder comprar un par de kilos de harina P.A.N., si es que tenían suerte. Cínicos que pretendieron que desde su cotidianidad, donde disfrutan el poder con la voluptuosidad del nuevo rico, amasando en paraísos fiscales grandes fortunas mal habidas, viajando alrededor del mundo en primera clase, comprando aviones, carros, yates y cualquier cosa que se les ocurriera, utilizando para ello el dinero proveniente de la renta petrolera y del IVA que castiga nuestros menguados presupuestos, mientras, con la desvergüenza que los caracteriza, recorren nuestras calles en las camionetotas con los vidrios ahumados y escoltas que les abren paso.
Sin bastarles con reclamarle al pueblo por ser tan malagradecidos, y en un inútil intento de amedrentarlos, vociferan cual energúmenos, como serán castigados. Y serán ellos, representantes terrenales del comandante eterno, quienes se harán cargo de aplicar las penas. Nadie podrá escapar de su ira. No construirán más casas, no les regalarán más bolsas con comida, ni repartirán más canaimitas y también les quitarán los apartamentos de la Misión Vivienda. Y los malos, que sacaron la bicoca de ocho millones de votos, les quitaran las pensiones a los viejitos, eliminarán los beneficios alcanzados bajo la revolución, además de otras sandeces, a la par que juran que no se dejarán, sin aclarar si eso está relacionado con lo que dijo Maduro antes del revolcón del 6D, que ganarían las elecciones “como sea”. Razón para que recordemos lo dicho por el diputado chileno José Manuel Edwards, quien participó como observador electoral invitado por la MUD, al afirmar que ni siquiera en el plebiscito que sacó a Pinochet del poder había habido tanto ventajismo, trampas descaradas, utilización de los fondos y bienes del estado y entre otros, el cinismo por parte de las autoridades electorales como él pudo observar en las elecciones venezolanas.