Después del rotundo triunfo de las fuerzas democráticas en las elecciones parlamentarias, podemos ratificar lo que antes intuíamos a la celebración de estos comicios, una victoria amplia -no imaginamos que lo fuera tanto- significaría un hito, un punto de quiebre de histórica trascendencia.
Más allá de las distintas teorías acerca de los ciclos históricos, a riesgo de equivocarme afirmo : hay indicios que el 6 de diciembre puede marcar el principio del fin de una época y el inicio de una totalmente distinta a las conocidas hasta ahora en Venezuela.
Los hitos del siglo XX venezolano han sido estudiados por la mayoría de nuestros historiadores, siendo objeto de profundos análisis y de interesantes controversias. Pudiéramos adecuar a este siglo el famoso concepto -más que una frase- de Mariano Picón Salas en su famoso ensayo: “La Aventura venezolana” donde afirmó: “Podemos decir que con el final de la dictadura gomecista, comienza apenas el siglo XX. Comienza con treinta y cinco años de retardo…” El intento de imponer “a troche y moche” un modelo decimonónico fracasado en todos los lugares donde se implantó, nos situó entre las economías más atrasadas del mundo y estos diez años años nos impidieron progresar acorde con los signos de los tiempos.
La época que está por nacer, si tomamos el concepto gramsciano de la crisis, tantas veces repetido por el expresidente y nunca asumido, es inédita. No es posible regresar al pasado, si hablamos de los cuarenta años de la República civil, con todas sus virtudes y sus defectos. Tampoco se trata de la continuación y superación del actual régimen. Por supuesto habrá elementos de continuidad, pero los de ruptura serán preponderantes. Se trata de construir un nuevo modelo de sociedad, un nuevo proyecto de país, que necesariamente supone la superación de los últimos conocidos y se coloque a tono con la modernidad, con los vertiginosos avances experimentados por la ciencia, la tecnología y la cultura en el transcurrir del siglo.
Esta nueva época -de ellas existen gruesas pinceladas- diseñadas por académicos y por diferentes plataformas programáticas elaboradas desde las experiencias unitarias, se caracterizará por la amplitud y por la real participación de la diversidad del país, por supuesto, sin excluir antiguos partidarios del régimen que está pereciendo.
No se trata de una elaboración de laboratorios, distanciados de la dinámica social, el nuevo país se conformará al calor de la acción política y social, donde la conducción tendrá que emplear toda la sapiencia hasta ahora demostrada, en proseguir una ruta que ha posibilitado la Victoria, la perseverancia, la firmeza y la serenidad de su actuación para asumir con éxito los desafíos del porvenir.
Tamaña tarea tiene la MUD planteada, atender con acierto la coyuntura difícil que se avecina en los primeros meses del próximo año, en especial todo lo relativo a la labor del poder legislativo, y a la vez sentar las bases para la edificación de la sociedad que está por nacer.
Si estamos- como percibo- en el umbral de un cambio de época, la Dirección tiene que colocarse a la altura de esa dimensión histórica, debe asumir a plenitud el rol que le corresponde, desestimando lo subalterno y concentrando su esfuerzo en lo esencial, para poder cumplir con las exigencias del tiempo que le corresponde, la conducción de un complejo proceso social y político, en medio de la más grave crisis conocida por los venezolanos a lo largo de la historia.
Solo una acertada lectura de la realidad y la comprensión del tránsito en el cual estamos posibilitará jugar el papel acorde con los retos. Conversando sobre este tema con el amigo Diego Bautista Urbaneja, hizo esta interesante acotación; palabras más palabras menos: “esta coyuntura es más compleja que la del 23 de enero de 1958”. Comparto esa apreciación y tengo confianza en que conservando la unidad de propósito y de mando, las fuerzas democráticas agrupadas en la MUD, podrán conducir con acierto la siguiente ruta.
El trayecto recorrido desde que existe esa plataforma unitaria ha permitido superar errores de pasado y perseverar en una conducta política que ha producido los mejores resultados conocidos en esta lucha, no ha sido fácil enfrentar a un adversario que dispone aún de poder y de inmensos recursos y además convencer a sectores opositores que desestimaban la ruta trazada. Ahora recuerdo una interpretación de la frase de MacArtur: La Victoria no tiene sustituto.
La Victoria sitúa a la actual dirección de la MUD en las mejores condiciones para dirigir este proceso, obvio -igual que ayer- el mandado no está hecho, pero la lucha librada hasta hoy, el manejo adecuado de la entereza y la flexibilidad, el dominio del oficio político demostrado, el crecimiento individual y colectivo en este periodo nos permite tener confianza en que nuevamente podremos salir airoso. ¡Que así sea para bien del país y de todos los venezolanos!