La Monarquía también se comunica con símbolos, y eso es lo que hizo el Rey esta Nochebuena cuando escogió el Salón del Trono del Palacio Real para transmitir su Mensaje de Navidad en unas circunstancias muy especiales, marcadas por el desafío separatista y unos resultados electorales que dificultan la gobernabilidad de España. Así lo reseña ABC de España
Sentado en medio del imponente Salón del Trono, testigo de los momentos más brillantes pero también más tristes de nuestra historia, Don Felipe reforzó su imagen de Rey y también su advertencia sobre el riesgo de que España vuelva a cometer errores del pasado.
Don Felipe transmitió su mensaje sentado en una silla del Palacio Real y dejó vacíos, a su derecha, los dos sillones rojos, para el Rey y para la Reina, que dan nombre al Salón del Trono. Pero nadie se sienta ya en ellos, ni siquiera el Rey, porque simbólicamente están ocupados por el pueblo, en el que reside la soberanía, según la Constitución. Esta costumbre fue adoptadapor deseo expreso de Don Juan Carlos, cuando fue proclamado Rey.
Los dos sillones rojos están flanqueados por las estatuas de la Justicia y la Templanza, y, sobre las gradas, por cuatro leones de bronce, que fueron esculpidos en 1651 en el taller romano de Matteo Bonicelli. Originalmente, los leones fueron encargados por Diego Velázquez para decorar el Salón de los Espejos, la estancia más importante del antiguo Alcázar, ubicado en el mismo lugar que el Palacio Real y destruido durante un incendio en 1734.
Según información facilitada por Patrimonio Nacional, el Salón del Trono fue restaurado durante los años noventa del siglo XX, pero ha conservado hasta nuestros días la decoración original de la época de Carlos III. Dispone de doce consolas con marcos de espejo, típicos del rococó italiano, que fueron diseñadas por el arquitecto Giovanni Battista Natalia, mientras que Robert Michel ideó los motivos de los medallones de estuco.
En la bóveda, un gran fresco de Giovanni Battista Tiepolo sirve para glorificar la grandeza y el poder de la Monarquía española: en el centro de la composición se sitúa el trono español, custodiado por Apolo y Minerva, así como por las personificaciones del Arte de Gobernar, la Paz, la Justicia, la Virtud, la Abundancia y la Clemencia. Sobre la cornisa aparecen representados los territorios de ultramar adscritos a la Corona y los reinos peninsulares: Andalucía, Cataluña, Castilla y Granada.
Alrededor se encuentran cuatro estatuas flamencas pertenecientes a la serie de los Siete planetas, fundidas por Jonghelinck en 1570, y que representan a Mercurio, Júpiter, Saturno y Marte; las restantes se hallan expuestas en el Salón de Columnas.
La decoración del Salón del Trono se completa con cuatro espléndidos relojes: uno de estilo Luis XVI, con caja de ébano y bronce, obra del relojero francés Ferdinand Berthoud; otro de ébano, de estilo rococó inglés, construido por John Ellicott; y, finalmente, dos bellos ejemplares de bronce y mármol blanco que llevan la firma de Furet y Godon, y Couteau y Godon, respectivamente.