La caída de los precios del petróleo, habida cuenta el incremento de la producción de crudo y gas en los Estados Unidos, ha generado consecuencias que ameritan un reordenamiento global. Una de las principales secuelas es la revalorización del dólar y en efecto la desvalorización progresiva de las monedas en otros países. Entretanto, la economía local en USA florece y se sitúa hoy en día en uno de sus mejore momentos desde la crisis financiera del 2006.
La construcción de viviendas y locales comerciales e industriales ha renacido como un indicador confiable de estabilidad. Con excepción del Sur de la Florida, y ciudades como New York y otras, donde el mercado de construcción de lujo es atípico, el valor del M2 de construcción crece al ritmo de crecimiento de la economía – entre 3-5% anual – dando así señales de madurez y estabilidad.
Miami continúa siendo la ciudad predilecta por latinoamericanos para colocar sus divisas, buscando estabilidad y apreciación. En los últimos dos años la construcción de condominios de lujo les ofrece a los inversionistas una variedad de alternativas de inversión para todos los gustos y presupuesto. Los promotores que comenzaron sus desarrollos hace tres años han experimentado un crecimiento en los precios de venta de hasta un 15% anual. Sin embargo, en una economía de mercado como esta, donde la oferta y demanda marchan mano en mano, se comienza a ver una estabilidad en los precios, indicador este, como señale antes, de una economía madura y no especulativa. El mercado de alquileres sigue creciendo a la par de los precios, e igualmente tiende a estabilizarse con el índice de crecimiento de la economía.
Regresando a las consecuencias de la caída de los precios del petróleo y la revalorización del dólar, se observa la inevitable desvalorización de las monedas latinoamericanas. Brasil de 2.9 a más de 4 reales por dólar; Colombia de 1800 a 3500 pesos/dólar, y así sucesivamente sin entrar a analizar las consecuencias en Argentina y Venezuela.
La reacción inicial del inversionista es la de retirarse de inmediato del mercado a dar tiempo al tiempobuscando mejores momentos. Una especie de anhelo esperando que alguna ley de la naturaleza les devuelva el valor de sus monedas, que solo sería posible con avances económicos y tecnológicos en sus propios países, cuestión que lleva tiempo y considerable claridad de quienes manejan los destinos de cada nación.
A veces converso con inversionistas que me dicen que prefieren esperar para ver hacia donde se va a mover el peso colombiano, o el real en Brasil. Mi única respuesta es la fatídica palabra de la “devaluación” pues mientras Estados Unidos entra en la etapa de una economía estable y creciendo a ritmos no especulativos como como en la actualidad, y mientras se logre el autoabastecimiento de gas y crudo, solo políticas económicas de avanzada en los países de monedas en procesos de devaluación, alcanzaran la estabilidad relativa.
Si hoy se compra un dólar por cuatro reales, o un dólar por más de tres mil pesos colombianos, y ni hablar de lo que ocurre en Venezuela y otros países; y si lo que se busca es la estabilidad y protección de los activos monetarios en moneda local, esperar a que el valor de esas monedas regrese como por arte de magia a los niveles previos a la caída de los precios del petróleo, no es sino una ilusión o quizás una esperanza derivada en el sentimiento nacionalista en cada país.
La protección de los activos monetarios se logra convirtiendo la liquidez en moneda fuerte, en este caso el dólar americano, y simultáneamente invirtiendo en un sector de esa economía que ofrezca crecimiento estable y no especulativo, como es la industria de los bienes raíces en Estados Unidos. Mientras más se dilata la toma de decisiones, lo que hoy se puede comprar a 4 reales/dólar o a 3000 pesos/dólar, mañana podría costar aún más.